“¡Todavía me da vueltas en la cabeza el hecho de que las autoridades llamadas a controlar el tránsito de nuestro país no hayan tomado el toro por los cuernos!” –exclama Herminio-… “Y por qué explotas de esta forma? ¿Acaso no ves que lo más fácil es copiar el vivir como chivo sin ley?” –le cuestiona su alter ego, Píndaro, mientras agrega: “Desde hace años, aquí se tiende a gozar violando las leyes de tránsito”… Herminio, que la tiene bien guardada, expresa: “Hace unos 10 años dedicamos varios de nuestros artículos en la Serie Píndaro a analizar lo que es estos momentos se ha cualquierizado cada día más… ¿Cómo es posible que sales a la calle y se te pierde la cuenta de los vehículos empapelados en negro hasta la tambora?… Recuerdo que, en aquella oportunidad, se alegó que la seguridad de las personas en cada vehículo estaría mayor preservada si se permitía esa práctica… Entonces, se tomó la salomónica decisión de que se permitió empapelar todos los vidrios de cada vehículo, excepto los dos ventanales delanteros, así como el vidrio frontal del vehículo… Esa medida estuvo vigente lo que dura una cucaracha en un gallinero, porque nuestras autoridades de entonces se hicieron de la vista gorda ya que muchos personajes de placas gubernamentales necesitaban no ser reconocidos en su tránsito por las ciudades y carreteras del país… Lo que el tiempo no ha podido borrar es la dura realidad de que el descontrol en este aspecto a quienes más ha venido a proteger es a aquellos que se apertrechan en el anonimato que provoca, estos perniciosos negros entintados… Es tiempo de retomar el tema y otorgar 30 días para que todos seamos medidos con la misma vara y, por mandato, todos los vehículos –privados, oficiales, sindicalizados, etc.- estén obligados a dejar al descubierto los cristales delanteros, incluyendo el frontal… Y, lo más importante: El día que inicie su vigencia, ¡que sea igual para todos!… Que, para aquellos que ‘están pegados’ sean ‘obligados a despegarse’ y, desde luego, dando nuestro sector oficial el primer gran ejemplo”.
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“Espera, Herminio… ¡Espera!” – grita Píndaro-… “Se te olvida el segundo grave problema que está ocasionando miles de accidentes en nuestras carreteras… Es una dura realidad, que los oficiales al servicio de la preservación del tránsito en carretera esté dedicado a ponerse debajo de frondosas palmeras, o copiosos pinares, para dar uso a unos diminutos radares que son utilizados dependiendo de cómo se sienta el personal en servicio”… Herminio, que ahora recuerda un detalle, exclama: “¡Que razón tienes, Píndaro, al traer a colación aquellos actos en la explanada de la sede policial en la que, por muchos años consecutivos, se han hecho entrega pública de cientos de vehículos, y miles de motores, para ser utilizados en el patrullaje de nuestras calles y carreteras, con la finalidad de reducir los atracos –por un lado-, y la violación de los requisitos de velocidad mínima en nuestras carreteras y autopistas”… Es ahora Píndaro, quien mete la cuchara al comentar: “Es impresionante los reportajes de competencias de motores de casi todas las cilindradas conocidas –porque, pareciera que en nuestro país se permite el desmadre de hacer competencias en las narices de nuestras autoridades, como si disfrutaran al verlos competir entre sí-… Es, como si aquellos a quienes se les asignan motocicletas tuvieran el conocimiento pleno de: ‘El circuito’ –actividad en grupos, que pueden ir de 5 a 100 participantes, se unen para hacer piruetas por toda una ciudad-, ‘El Bori’ –que consiste en levantar la goma trasera del motor mientras están movimiento-, ‘El Calibrar’ –que es levantar la goma delantera, mientras intentan que el motor se mantenga en equilibrio-, o, ‘el Superman –que equivale a ‘calibrar’ encima en una goma, mientras está sobre el asiento de la motocicleta-…. Si esto es así, disponemos de las mejores ‘armas de reglamento’ para asignar al patrullaje permanente en nuestras carreteras, y obligar a aquellos agresivos conductores en –autobuses privados y públicos, camiones cargueros de todo tipo, vehículos privados, públicos y pseudo-oficiales- a que mantengan el tope de velocidad permitida y, de no cumplir, penalizarlos con multas reales –y no sujetas a negociaciones sorpresivas-.