A propósito de conmemorarse el 50º aniversario de su surgimiento

A propósito de conmemorarse el 50º aniversario de su surgimiento

En el año 1492 los europeos iniciaron el descubrimiento y conquista de lo que ellos llamarían América, y al mismo tiempo también empezó lo que algunos han llamado choque de culturas. En cambio,  en el año 1962, según los entendidos y pese a los desacuerdos sobre sus inicios, los escritores latinoamericanos iniciaron la conquista y el sometimiento de los europeos; solo que los nuevos conquistadores no usaron carabelas repletas de marineros de baja estofa, comandados por capitanes sin alcurnia y sí con mucha sed de fortuna, sino que fue a través de la ficción que esta conquista-invasión se materializó. Fueron chispazos que saltaron de las plumas y no de los cañones. Fueron personajes paridos por las imaginaciones enfebrecidas de una buena partida de escritores jóvenes, que al mismo tiempo servirían de pie de amigo a otros más viejos, que lograron la hazaña de que la cuna de la civilización occidental volviera los ojos hacia la pobre y salvaje América. Pero este grupo de escritores también tuvo la grandeza de hacer que los estadounidenses, tan desdeñosos de todo lo que venía de sus vecinos marginales, empezaran a leer las obras traducidas del grupo más representativo de lo que se llamó el Boom Latinoamericano de  la literatura. Las figuras más señeras del Boom fueron Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar, José Lezama, entre otros tantos.

Los aportes del Boom

Para algunos, principalmente detractores del movimiento, el Boom no fue más que una estrategia mercadológica exitosa que dejó grandes dividendos económicos a las editoriales. Y nosotros agregamos: todo, en cualquier campo, está íntimamente relacionado con el mercado, con el dinero. Las guerras, las investigaciones científicas, las invasiones de países no pasan de ser escaramuzas con motivaciones económicas. Es cierto que los editores hicieron grandes negocios con los libros de los escritores protagonistas del Boom, pero no es menos cierto que muchos de estos textos tenían la calidad suficiente para permanecer en el tiempo y convertirse en clásicos. Obras como Cien años de soledad, La ciudad y los perros, y otras como Pedro Páramo, El lugar sin límites, entre otras, escritas antes de que iniciara el Boom, siguen gozando del favor de críticos y lectores en las principales lenguas vivas. Porque el Boom tuvo la virtud de reconfigurar formalmente a la novela e incluso al relato. Cuando estos escritores saltan al escenario la novela había envejecido, casi agonizaba, y la sangre nueva que le inyectaron los principales autores del movimiento lograron revitalizarla y hacer que los lectores empezaran a mirar al texto con otros ojos. Para el escritor Andrés L. Mateo, el gran aporte del Boom fue básicamente las innovaciones que introdujeron los escritores en el manejo del tiempo y el espacio novelescos, y que liberaron a la novela de los cánones de los siglos XIX y XX.

Los precursores del Boom

Antes de que los estrategas de las editoras más importantes de España tornaran sus miradas hacia una serie de escritores jóvenes y consagrados  ya había una serie de autores y obras que sirvieron de precursores al Boom. Si bien es cierto que la gran conmoción la produjeron, primero José Martí, precursor del Modernismo, y luego Rubén Darío, para los expertos obras como Los heraldos negros, de César Vallejo (1918); Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga (1920); La Vorágine, de José Eustasio Rivera y Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda (1924); Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1929); Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri (1931); Historia universal de la infamia, de Jorge Luis Borges (1935); El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias (1946); El Túnel, de Ernesto Sábato (1948); El reino de este mundo, de Alejo Carpentier (1949); El laberinto de la soledad, de Octavio Paz y La vida breve, de Juan Carlos Onneti (1950); El llano en llamas, de Juan Rulfo (1953) y Pedro Páramo (1955); La región más transparente, de Carlos Fuentes (1958); El Astillero, de Juan Carlos Onetti (1961) y El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, son las obras más notables que se mencionan como precursoras del Boom.

Y los dominicanos, ¿dónde están?

Como hemos visto, entre los precursores del Boom aparecen escritores de la mayoría de países latinoamericanos. Sin embargo, en ningún género se menciona a un autor  o autora dominicano. Aquí cabe otra pregunta: ¿Escribían los dominicanos por aquellos años? Por supuesto que escribían, pero parecería que no, a juzgar por la ausencia total de nombres de origen local. Recordemos que en la década de los cuarenta, por solo citar algunos casos, poetas de gran talento y formación encabezaban los movimientos  La Poesía Sorprendida y el Postumismo, además de la Generación del 48. Nombres tan sonoros como los de Pedro Mir, Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos y Antonio Fernández Spencer produjeron y publicaron obras que por su calidad y aportes a la renovación de la poesía merecían ser consideradas como precursoras del Boom.

Lo peor, sin embargo, en torno a la exclusión de autores dominicanos del Boom ocurre en el campo de la narrativa. Cuando el movimiento literario entra en ebullición a partir de  la aparición de La ciudad y los perros y luego al entrar en escena obras como Rayuela y Cien años de soledad, autores como Marcio Veloz Maggiolo y Aída Cartagena estaban produciendo algunos de sus mejores textos. Citemos Los ángeles de hueso,  de Marcio Veloz Maggiolo, publicada en 1967, el mismo año en que aparece la novela  más importante en lengua española en el Siglo XX: Cien años de soledad. Para algunos escritores consultados  la obra de Veloz compite en calidad con muchas de las que fueron encumbradas por la crítica y el mercado.

En el caso de Aída Cartagena Portalatín, esta publica Escalera para Electra en el año 1969. Según la crítica y catedrática puertorriqueña Linda María Rodríguez  Guglielmoni, Escalera para Electra es la novela perdida del Boom. Al analizar los aportes formales, la complejidad y dificultades de Escalera para Electra, Rodríguez  encuentra méritos suficientes en ésta para estar al lado de las obras que tuvieron gran preponderancia en aquellos años.

Una obra que sí tuvo importancia en España fue Solo cenizas hallarás, de Pedro Vergés, que aparece en el año 1981, cuando ya el Boom estaba en franco declive; Vergés estaba radicado en España y por eso su obra, reconocida por su calidad, se salvó del fuego del olvido. Porque el dominicano que se dedica al inútil arte de contar historias, si reside en República Dominicana, sus obras, sin importar sus méritos literarios, terminan perdiéndose en la isla del desinterés y el anonimato.

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