Las elecciones no se ganan en las urnas ni el día de las votaciones, las elecciones nacionales se ganan mucho antes. Se ganan cuando se escriben las reglas y se “triquiñuelean” datos y se conforman trampas, que contribuyen a alterar los resultados de la voluntad popular, la cual es vulnerada constantemente, desde el principio.
Se comienza en las elecciones internas de los partidos, las cuales se celebran sin un registro de votantes, un registro de militantes, real, configurado de antemano, con toda la atención de los participantes, de cada uno de los miembros de cada organización. Son listas de votantes donde aparecen nombres de personas que desconocen que han sido anotadas en ese partido.
Ahí se inicia la distorsión. Si algunos tienen vergüenza deberían rasgar sus vestiduras tildándome de no sé cuántas cosas y argumentando y creando desmentidos que tienen que pronunciar con sombrillas, por aquello de que quien escupe para arriba le cae el gargajo en el ojo.
Ya lo han hecho, trabajan en preparar un nuevo fraude interno en las elecciones intrapartidarias para los distintos niveles. Por supuesto, que el énfasis es en la candidatura presidencial. Si no hay un padrón confiable, seguro, aceptado y consensuado por las partes ¿quién puede creer que el resultado electoral corresponde a la voluntad de los electores?
Las elecciones generales son un gran fraude organizado como empresa, que ni siquiera tiene la credibilidad de una buena y seria empresa de sondeos, de encuestas científicamente realizadas.
Se gasta una fabulosa cantidad de dinero que aumenta entre una y otra elección de manera exponencial.
Una vez fue el costo de la impresión de las boletas electorales, otra vez fue en el empleo de las Fuerzas Armadas y la Policìa en intervenir, de una y otra forma, en el proceso iniciado después del cierre de las urnas; después, en los oscuros intríngulis de compra de equipos para contar los votos; ahora el problema económico está en el costo de las primarias.
Si repasamos la historia de las elecciones desde 1962 en adelante, veremos que en la mayoría de las ocasiones se vota por una candidatura, por un partido, y se cuentan los votos en favor de la candidatura del gobierno, quizá por aquello de que “quien pone la papeleta, pone la mano en la teta”, como decía sabiamente, el padre de mi amigo Faruk Miguel.
Es ahora, en este tiempo, cuando tenemos que enderezar la situación para que se cuenten los votos intrapartidarios en favor de los verdaderos ganadores y luego, para que garanticemos, a como dé lugar, contra cualquier fuerza que se interponga, que se cuenten los votos por aquellos candidatos a quienes el pueblo favorezca con su sufragio. Esto va para todos los partidos.