A veces uno escucha expresiones infelices sobre el Padre de la Patria: que no fue hombre de acción, que no vio combate, que era apenas hombre de ideas, pobre poeta. Nada más alejado de la verdad. Duarte ha estado y estará en la rebeldía de nuestro pueblo, en cualquier tiempo. Tuvo claro que la salida era violenta, militar y que para ello debía prepararse y hacia ese objetivo encaminó sus pasos.
Por eso desde la fundación del partido Duartista (La Trinitaria) Duarte quedó como General en Jefe del Ejercito Libertador, y a seguidas nombró el Estado Mayor: Coronel Juan Nepomuceno Ravelo, coronel Pedro Alejandrino Pina, Coronel Juan Isidro Pérez, Coronel Matías Ramón Mella, entre otros, es clara visión militar.
Eso está precedido por su ingreso al ejército de ocupación haitiano, y lo hace como Cabo. E insta posteriormente a los demás a ingresar porque era el camino para conocer del arte de la guerra y el manejo de las armas sin correr riesgos, además de conocer el enemigo desde dentro.
Su visión de estratega militar quedó demostrada cuando decide pactar una alianza con los reformistas haitianos para derrocar la férrea dictadura de Boyer, pues eso le permitiría fortalecer sus posiciones y debilitar el enemigo, forzando la profundización de la división y enfrentarse luego a un enemigo más débil. Para lo cual envió a Ravelo a Puerto Príncipe y cuando este regresa sin cumplir el cometido, Duarte decide enviar a Matías Ramón Mella, quien logra pactar con los reformistas. Y demuestra, además, su don de mando y liderazgo.
Es conocida la acción militar que desplegó en la Plaza de Armas el 24 de marzo de 1843, en lo que es hoy el Parque Colón. Y su posterior retiro a San Cristóbal para enrolar al Comandante Roca y desde allá venir y forzar la salida de las tropas de ocupación.
Su entrenamiento en Caracas en 1843 en esgrima junto a Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina y su tío materno José Prudencio Diez.
Además en su biblioteca tenía libros militares, sobre el particular nos dice Emilio Rodríguez Demorizi: Se conservan libros que pertenecieron a Duarte y hasta traducciones fragmentarias, de su puño y letra, que evidencian que estudiaba y enseñaba manejo de armas.
Y cuando Duarte retorna al país, en marzo de 1864, para incorporarse a la guerra de la Restauración, insiste en irse a los campos de batalla a correr toda suerte con los patriotas, y dice: El deseo de participar de los riesgos y peligros que arrostran en los campos de batalla los que con las armas en la mano sostienen con tanta gloria los derechos sacrosantos de nuestra querida patria . Pero dice, igualmente, si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia ha sido a servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos, y jamás piedra de escándalo, ni manzana de la discordia.
Y señala con aire de autoridad y nos dice: si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España llevada al cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano.
Los pueblos que no afianzan su porvenir en el conocimiento cabal y respetuoso de su propia conformación nacional estarán siempre perdidos en el tiempo y los valores que deben identificarlos aparecerán difusos, por tanto no habrá unidad a lo interno para descifrar el norte que debe conducirlos al desarrollo. Y no se trata tan solo del desarrollo material, de las riquezas materiales que ha de producir para el bienestar colectivo de los ciudadanos, es aún más apremiante el desarrollo espiritual y la propia identidad del conglomerado humano que conforma a un pueblo-nación.
Nos preocupa la suerte que corre el pensamiento del padre de la patria, pues parece olvidado o solo destacado en sus aspectos formales y de alguna manera presentado como un pensamiento social conservador.
Es imprescindible ahondar en la raíz de su pensamiento, toda vez que es el hombre que marca la esencia de la nacionalidad y al propio tiempo es el símbolo que nos une. Por tanto desde su pensamiento hay que actuar para enderezar la nación.
Por la forma en que los liberales dominicanos de los últimos setenta años se han comportado políticamente es clara su no comprensión o no han estudiado cuidadosamente el pensamiento del dominicano de gloria más pura.
Un pensamiento con una fuerza tremenda en estos tiempos que vive la primavera política de Latinoamérica, la que aupamos y cantamos sin ahondar en las razones causales de la misma.
Duarte fue un hombre que miró más allá de su propio tiempo, comprendió la brutalidad del pasado colonial y nos planteó la mirada del futuro afincada en nuestra playa para el baño necesario de porvenir y gloria, de felicidad y alborada. Por eso nos dijo, con un grito de todo pulmón: Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor!
En su pensamiento no hay vueltas atrás, es una decisión firme de por la patria a vencer o morir, no hay que acudir ni a España ni a Francia, ni a los Estados Unidos, pues nuestra patria ha de ser libre de toda potencia extranjera o se hunde la Isla. Quien tenga duda de ese pensamiento acrisolado del hombre que nos legó la patria debe ir a la historia y beber en ella gota a gota su ejemplo y su pensamiento; o seguir siendo necios históricos.
Y para nosotros es claro su amor a la patria, nos lo señala con fuerza y con sentido de eternidad cuando afirma: Por desesperada que sea la causa de mi patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre.