A propósito del Día de la Juventud

A propósito del Día de la Juventud

MARGARITA CEDEÑO DE FERNÁNDEZ
Ayer, 31 de enero, se celebró en el país el Día Nacional de la Juventud. Se hizo coincidir la celebración de este día con el de San Juan Bosco, «el Padre y Maestro de la Juventud», un Santo que dedicó su vida al trabajo por la recuperación de los adolescentes y jóvenes de las calles, delincuentes y trabajadores que vivieron en la segunda mitad del siglo XIX en Italia.

Don Bosco apostó por la juventud de su época creando una forma de educar que las religiosas y los religiosos salesianos inspirados por el santo han denominando el «sistema preventivo». Con esa forma de educar como estandarte, Don Bosco pudo dar respuesta a los problemas de los adolescentes y jóvenes de su época abriendo nuevas oportunidades educativas y de desarrollo a partir de talleres, educación de tiempo libre, voluntariado y vivencias de la fe cristiana.

Al igual que San Juan Bosco se sintió interpelado por la realidad de la juventud de su tiempo, también nosotros, ciudadanos y ciudadanas de la República Dominicana, debemos reflexionar sobre la juventud, nuestro más preciado tesoro.

El Papa Juan Pablo II, en sus encuentros y reflexiones con los jóvenes ha expresado que «ser joven es una gracia, una fortuna». En su pensamiento sobre los jóvenes, el Papa ha resaltado que la juventud se caracteriza por la generosidad, la apertura a lo arduo y lo sublime, el compromiso concreto y decidido con cosas grandes, la permanente actitud de búsqueda, la marcha hacia la cumbre de los ideales nobles y el anhelo por una sociedad más justa y solidaria.

Los adultos, porque fuimos jóvenes, conocemos la fuerza y los ideales de la juventud. Todos y todas, en la etapa de la juventud queremos o quisimos hacer grandes cosas: cambiar el mundo, comprometernos con una gran causa. Esos sueños de la juventud, no podemos permitir que se pierdan porque corremos el riesgo de vivir sin esperanza y perder el rumbo como personas y como país.

En los jóvenes está la esperanza de nuestra patria. Ellos y ellas son nuestro presente y nuestro futuro. Por eso, los adultos tenemos que comprometernos, desde todas las esferas de la sociedad, a trabajar por los y las adolescentes y jóvenes, dando respuestas a los problemas más acuciantes que los afectan hoy día. Las respuestas deben convertirse en políticas públicas y acciones de la sociedad civil desde las siguientes vertientes:

1. Políticas y acciones de prevención y atención de riesgos para la salud y la vida de adolescentes y jóvenes:

– Infecciones de transmisión sexual, VIH-SIDA:

Uno de los riesgos más serios a que se enfrentan los y las adolescentes en nuestro país son las infecciones de transmisión sexual, especialmente de VIH/SIDA. Muchas de las personas que mueren de SIDA son adolescentes y jóvenes. A través de las instituciones públicas y privadas debemos seguir reforzando acciones de prevención del VIH/SIDA y también de atención a las personas afectadas, garantizando acceso a medicamentos, apoyo psicológico y protección de sus derechos que incluya la no discriminación laboral por ser portador o portadora del virus del VIH. Debemos seguir fomentando redes de apoyo a favor de la vida y la salud de adolescentes y jóvenes.

– Embarazo adolescente:

Otro riesgo para la salud y el desarrollo de las adolescentes es el embarazo, una problemática que afecta a América Latina y particularmente a nuestro país, lo cual ha motivado acciones y programas en el marco de las Conferencias de Primeras Damas de la Región. Fruto de ello es la implementación del Programa de Prevención y Atención del Embarazo en Adolescentes de Escasos Recursos, que coordinan la Secretaría de la Mujer y el Despacho de la Primera Dama.

Para prevenir los embarazos en adolescente sigue siendo necesario implementar, en amplios sectores, una estrategia de información, educación y comunicación sobre prevención para la concienciación desde la escuela, la familia y todos sus ámbitos de interacción. Los servicios sociales competentes, deben prestar especial atención a las adolescentes embarazadas en los centros de salud, educándolas sobre los cuidados necesarios que tiendan a reducir la mortalidad materna, así como, futuros embarazos de riesgo. Como país, tenemos un reto con la reducción de la mortalidad materna, vinculada estrechamente con el embarazo en adolescentes.

2. Creación de oportunidades para el acceso al empleo y capacidad emprendedora:

Tanto en el ámbito público como el privado, debemos seguir creando oportunidades para los y las adolescentes y jóvenes más pobres de nuestra sociedad como una estrategia de reducción de pobreza, entendida esta última como «negación de oportunidades y de la capacidad de elección para lograr el desarrollo humano».

Si creamos capacidades y oportunidades para los jóvenes estamos contribuyendo al proceso de desarrollo entendido como «ampliación de la libertad». Citando al premio nobel de economía, Amartya K. Sen, «el éxito de una economía y de una sociedad no puede separarse de las vidas que pueden llevar los miembros de la sociedad. Puesto que no solamente valoramos el vivir bien y en forma satisfactoria, sino que también apreciamos el tener control sobre nuestras propias vidas, la calidad de la vida tiene que ser juzgada no solamente por la forma en que terminamos viviendo, sino también por las alternativas substanciales que tenemos». Quien está capacitado y tiene oportunidades, tiene libertad para actuar, para pensar y hasta para ser solidario porque quien tiene poco, poco puede dar.

3. Políticas de promoción del liderazgo juvenil, la participación, la recreación y el deporte:

En el desarrollo integral de las y los jóvenes, es clave su vinculación con su medio social. Parafraseando a Aristóteles, es necesario tener en cuenta que el hombre y la mujer encuentran su felicidad en su interacción con los demás congéneres. La participación en la vida de la comunidad, tanto individual como colectivamente, sea a través de los grupos, deportes o de actividades lúdicas, contribuye al bienestar psicológico, amplía horizontes y agrega valor a las vidas de las personas.

Para una adecuada formación de los y las adolescentes y jóvenes, es necesario fomentar el asociacionismo, como la escuela de ciudadanos y ciudadanas. La formación de conciencia ciudadana en los jóvenes en nuestro país es importante tanto para el ejercicio de los derechos fundamentales como para la construcción y permanencia de la democracia como práctica social y política.

Desde la esfera estatal, el Gobierno del doctor Leonel Fernández, así como la sociedad civil, tenemos un reto con la construcción de la ciudadanía de los adolescentes y las adolescentes a través de educación para el liderazgo, el diálogo, el manejo de conflictos y la solidaridad. Es urgente que fomentemos el asociacionismo para causas nobles y buenas frente a los grupos que se promueven para dañar a los demás a través de la delincuencia y el bandalismo.

El rescate de los valores morales y patrios en nuestro país tiene que empezar con un trabajo tesonero con los adolescentes y jóvenes. Los adultos tenemos que testimoniar que es posible un país donde las personas logren superarse y mejorar sus condiciones de vida en base al respeto al otro y el trabajo, no al atropello, la ilegalidad y el facilismo.

En este Día Nacional de la Juventud, queremos decirles a las y los jóvenes que nuestro país cuenta con ellos y ellas para mejorar. Nuestro sueño de construir un país en progreso y armonía no se puede lograr sin ustedes. Apostamos por cada joven que vive en esta tierra. Queremos contribuir a que sus vidas y las de sus familias sean mejores. Por eso, nuestra preocupación por ustedes se está concretando en políticas, planes, programas y acciones de creación de capacidades y oportunidades que contribuyen con su desarrollo integral como seres humanos, como familia y como comunidad, a través de la aprehensión del conocimiento y el acceso a las tecnologías de información y comunicación.

Luchen cada día con tesón, con dedicación y amor al estudio y al trabajo, comprometidos con el progreso constante y el respeto a los valores de honestidad y responsabilidad, para que se conviertan en adultos dignos y solidarios, dispuestos a construir una nación que se desarrolle con armonía, equidad y justicia social.

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