A propósito del Mes del Amor y de la Patria

A propósito del Mes del Amor y de la Patria

Ayer concluyó febrero, Mes del Amor y de la Patria. ¿Y qué de su combinación? El concepto de nación suele visualizarse como un ente territorial, social, lingüístico, económico, religioso; pero su condensación es la Constitución, de la cual J. L. Alemán nos dice que hay dos tipos: las fundantes y las ‘secas’ .
Las Constituciones fundantes son redactadas por “prohombres que actuaron movidos por ideales no imperantes en su tiempo” por eso son “breves y emocionales” y sirven poco como “superleyes reguladoras”. Las Constituciones secas son más ‘tribunalicias’ ya que “buscan ser normas y criterios de validez ‘ad usumdelphini’ (apto para todos) para abogados, tribunales, tratadistas y políticos”.
Según Alemán, “Duarte estaba convencido de la importancia de los derechos humanos, del carácter republicano y representativo del Estado, de la independencia pura y simple del país, de la motivación religiosa de la tarea independentista, de la primacía del poder municipal y del peligro de una concentración del poder”.
Definir nuestros ideales es importante ya que como señala Alemán “Para un cumplimiento aceptable de la Constitución ‘moderna’ importa mucho que una buena parte de la ciudadanía sienta los ideales fundantes de una sociedad”, y añadiría, esté dispuesto a forjar la institucionalidad que lo garantice.
Así, el economista ‘institucional’ y Premio Nobel James Buchanan insistió hace décadas “en la necesidad de un ‘espíritu’ que proporcione motivación para el diseño y aplicación de instituciones que ayuden a resolver el ‘anarquismo moral’, o la centralización monopolizante del interés individual sobre el respeto debido a otros: del bien personal sobre el bien común”.
Luce que lo que algunos llaman un creciente fervor religioso representa el sondeo en busca de una doctrina de convivencia y orden cívico ausente en una sociedad que solo aspira a proveer “seguridad y ley” (entendida como justicia institucionalizada), algo aun por lograrse y por lo demás, insuficiente, dado que según Buchanan “los derechos y las leyes requieren un “espíritu” con alto voltaje emocional como puede serlo el ideal patriótico”.
Pero Alemán advierte: “Aun este tipo de ‘espíritu’ puede quedarse en el olimpo sin aterrizar en la realidad a no ser que personas reconocidas los encarnen sacrificando de modo directo dinero, amor y vida. Los Padres de la Patria se diferencian de los predicadores de ideales justicieros y nacionales por haber sometido tan nobles sentimientos a la prueba de fuego de la ruina financiera y de la muerte. Así vivieron Duarte, Martí y pocos más… Brevemente la Constitución fundante eficaz debiera acompañarse con el recuerdo de quienes con su vida y muerte testificaron la autenticidad de sus palabras”.
Combinar amor y patria, pues, requiere de ciudadanos fundantes, comprometidos con ideales e iconos probados y coherentes en sus acciones a favor de una institucionalidad justa; más que de ciudadanos ‘secos’ especialistas en argüir sobre normas y criterios de validez, demasiadas veces dirigidas a la obtención del bien propio incluso a costa del bien común.

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