¿A quién le creo?

¿A quién le creo?

La buena administración se ve en detalles tan tontos como que ya los billetes de dos mil pesos comienzan a oler mal, arrugados y sucios, manoseados hasta la saciedad, indican que el valor de compra de la moneda se deteriora.

Fue durante la primera administración del doctor Fernández, 1996-2000, cuando se imprimió por primera vez billetes de dos mil pesos.

No hay que ser sabio ni economista, comerciante ni financista, para darse cuenta de que ya los billetes de quinientos y mil pesos se gastaban tan rápido que hubo que imprimir billetes de dos mil.

La economía anda bien cuando los centésimos tienen valor. Me refiero a los centavos, a los cheles que los jóvenes de hoy no han usado, ni visto.

Antes de la creación del euro y su convertibilidad en los países de Europa occidental, en Italia la lira era un relajo y para comprar un par de zapatos se hablaba fácilmente de millares de liras, y cuidado.

En España la moneda era débil, una peseta, bueno, mejor dejarlo ahí.

Quien viaja a la zona euro puede manejarse de manera clara y fácil porque la misma permite contar y comprar con un euro.

Hace mucho tiempo que los dominicanos comenzaron a dejar en los supermercados la mayoría de los vueltos que no son de 20 pesos arriba.

Con frecuencia la cajera dice: no hay menudo. Y al parroquiano no le importa.

Al fin y al cabo ¿para qué sirve un peso? Para completar un millón, se pudiera decir, pero ¿qué se compra con un peso?

Bueno, las mentas están a tres por cinco pesos.

Entonces ¿cómo es que la economía anda tan bien y el gobierno tiene que aumentar el número de personas y familias a las cuales subsidia con bonos de gas para cocinar, para el pago de la energía eléctrica,  para aumentar los ingresos destinados a la comida?

Es difícil de entender, y quizá hasta de explicar, cómo el gobierno regala tantos millones de pesos y dólares en subsidios, gastos superfluos, lujos, aumento de las nóminas, en nominillas y barrilitos pero todos los meses el Congreso aprueba un préstamo internacional, sin contar con el aumentos constantes de la deuda pública interna.

Hay una magia en los manejos de la economía gubernamental que no llego a comprender.

Puede que el gobierno no emplee los fondos que maneja de manera adecuada y eso sí explicaría, con cierta facilidad, que haya la diferencia entre lo que entra y lo que gasta, porque si se actuara comedidamente los ingresos y los gastos se realizaran en obras reproductivas, para bien de la comunidad.

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