Moscú. Alentada por el éxito de organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, Rusia se dispone ya para una labor titánica de preparación del Mundial-2018, su proyecto más ambicioso desde la desintegración de la Unión Soviética.
Tras el final del Mundial brasileño, el presidente ruso Vladimir Putin tomará oficialmente la responsabilidad de la organización de la próxima edición del torneo, cuya organización exige inversiones colosales. «Hemos acogido con éxito los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi.
Ahora, sabemos qué tipo de desafío nos espera para organizar un evento de tal magnitud», lanzó Putin el viernes, antes de iniciar una gira por Latinoamérica.
El hombre fuerte del Kremlin explicó que su país se inspirará en la experiencia brasileña, alabada por su organización pese a las amenazas por la violencia callejera, las protestas antiCopa o la construcción precipitada de infraestructuras.
«Daremos lo mejor para ofrecer al mundo una fiesta del fútbol inolvidable y una verdadera hospitalidad rusa en 2018», prometió el dirigente ruso, citado por la agencia oficial Itar-Tass.
Para los Juegos del pasado mes de febrero, Rusia se gastó cerca de 50.000 millones de dólares para transformar la estación balnearia de Sochi en un suntuoso complejo deportivo, organizando los Juegos más caros de la historia, sobrepasando ampliamente los presupuestos iniciales.
El Mundial de fútbol representa para Rusia un desafío aún mayor. Moscú anunció una renovación completa de las infraestructuras deportivas, turísticas y de transporte, en regiones hasta ahora poco dotadas, en los cuatro rincones del inmenso territorio ruso.
El ministro de Deportes Vitali Mutko estimó el costo total de organización del próximo Mundial en 680.000 millones de rublos (14.700 millones de euros), precisando que la mitad procederán de fondos de inversión privados y la otra mitad del presupuesto de las diferentes regiones.
Seis estadios, de la nada
Los partidos de 2018 se jugarán en Moscú, San Petersburgo, Sochi, Kazán (en la región del Volga) y en Ekaterinburgo (en los Urales), pero también en otras ciudades menos conocidas en el extranjero: Kaliningrado, Nijni-Novgorod, Samara, Saransk, Rostov y Volgogrado.
El célebre estadio moscovita de Luzhniki, construido en 1956 y que albergó los Juegos Olímpicos de 1980 y la final de la Liga de Campeones en 2008, se está renovando por completo para transformarlo en un complejo ultramoderno con capacidad para 81.000 espectadores.
Será escenario del partido inicial y la final. El otro estadio moscovita, el del Spartak, que contará con 42.000 asientos, se acabará en septiembre, mientras que el de Kazán ya está listo y el pasado año albergó ya la Universiada.
En San Petersburgo, el estadio de Gazprom tendrá 70.000 asientos y su inauguración está prevista para mayo de 2016. El Estadio Olímpico de Sochi se ampliará a 45.000 plazas y el de Ekaterinburgo también será renovado.
En las otras seis regiones se esperan trabajos gigantescos, ya que las autoridades deberán construir todas las infraestructuras partiendo casi de cero. «Esperamos comenzar los trabajos en agosto o septiembre como muy tarde. Estimamos que todo estará listo a tiempo», prometió Putin.
Según los proyectos ya aprobados, están previstos en un presupuesto provisional 106.800 millones de rublos (2.370 millones de euros). «Los rusos han comenzado a trabajar muy duro desde el principio. Es algo nuevo. Estoy muy contento», destacó por su parte el presidente de la FIFA, Sepp Blatter, recordando aún los problemas que hubo en Brasil para la entrega de los estadios.
Equipo nacional en construcción
No solo se necesita reconstruir las infraestructuras del país, sino también el equipo nacional, tras su discreta labor en Brasil, a donde volvía a una Copa del Mundo tras 12 años de ausencia, pero que se marchó, eliminado en la primera fase, sin lograr una sola victoria, pese a estar encuadrado en un grupo asequible.
Los dirigentes del país han confirmado su apoyo al seleccionador, el italiano Fabio Capello, aunque ya han advertido que el equipo no puede volver a fracasar en 2018.
«No podemos dejarnos humillar en 2018 ante nuestros propios seguidores. Sería inadmisible», advirtió Mutko. Pero no solo preocupa el nivel deportivo del equipo, tanto de la selección como de los clubes.
El país también debe luchar para erradicar el racismo y a los hinchas violentos de los estadios. Y 2018 está a la vuelta de la esquina.