A Ruth Garrido, prima ballerina, in memoriam

A Ruth Garrido, prima ballerina, in memoriam

El alma de la danza le poseía, los aleteos de aquel cisne se fueron extinguiendo poco a poco, hasta que tras algunas evoluciones plegó sus alas definitivamente, moría Ruth Garrido. Por un momento sentimos que ese mundo de movimientos y formas que ella amó se detenía, pero la vida continúa y ella aun vivirá en el recuerdo de aquellos que la conocimos y quisimos, y cuando inexorablemente terminen los recuerdos, permanecerá por siempre en la historia de nuestra danza.

Ruth Garrido fue toda una leyenda, la figura más importante del ballet clásico de nuestro país en sus primeras etapas. Perteneció a ese pequeño grupo que rompiendo los atavismos de la época, ingresó a la escuela de ballet “Flor de Oro Trujillo” que dirigía por aquellos años la austríaca Herta Brauer, luego de la partida de ésta, llegó en 1948, la profesora húngara Magda Corbett quien continuó con la Academia que luego llevaría su nombre. Allí comenzó a destacar Ruth Garrido, a su figura frágil cual sílfide etérea del ballet romántico, se unían sus magníficas condiciones y una gran expresividad.

Ruth Garrido abrió caminos al danzar compartiendo escenario con aquellos primeros bailarines del ballet que tuvo el país, disciplina que parecía entonces ser exclusiva para mujeres, fueron ellos: Bienvenido Jiménez –Pierrot-, Lillliano Angulo, Adriano Hernández y Salvador Tejeda. En 1953 fue nombrada “Primera Ballerina”.

El año 1956 fue el año de su consagración, cuando en ocasión de una función que tendría lugar en el Salón de la Rotonda de Bellas Artes, tuvo que sustituir a la bailarina que interpretaría “La muerte del cisne” pieza que nunca había bailado, ella aceptó el reto. Acompañada por Lilliam Columna en el Arpa, Marcel Hilaire en el cello y Ernesto Leroux al violín, aquel hermoso trozo coreográfico fue bailado con gran delicadez, el público emocionado la aplaudió tan prolongadamente, que el entonces director de Bellas Artes, doctor Horacio Vicioso Soto, le solicitó que repitiera la pieza. El crítico don Pedro Contín Aybar escribiría “Con dominio absoluto de movimientos y sentido plástico exquisito, Ruth Garrido demostró, sus magníficas condiciones de “Prima ballerina”.

Por muchos años se mantuvo como figura estelar de la danza, en 1967, bailó con el primer bailarín dominicano, Miguel Alfonseca. Junto a Magda Corbett llevó su arte a las ciudades del interior del país, y luego se dedicó a la docencia. Fue directora artística del Ballet Nacional 1984-86.

Ha muerto Ruth Garrido, y su espíritu ha volado hacia nuevas transparencias, donde quiera que haya detenido su vuelo, descansa en paz, amiga del alma.

Tres generaciones en danza. Ruth Garrido deja un legado tangible, su hija Nathalie Cruz Garrido, fue bailarina y perteneció al Ballet Clásico Nacional, realizó estudios en Cuba, en el Ballet de Camagüey, bajo la dirección de Fernando Alonso, y luego con el ballet La Joven Guardia del Ballet Nacional de Cuba dirigido por Laura Alonso, allí terminó el profesorado sobre Metología de la Danza. Hoy Nathalie es profesora de una importante Academia de ballet en la ciudad de New York. Su hijo, Dammiel Cruz Garrido ha sido admitido en “The School of American Ballet” a la que ingresan las jóvenes promesas, futuras estrellas de la danza. Participó recientemente en el “2015 Workshop Performances” interpretando el “Pas de Deux” de La Bella Durmiente.

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