A Silvio lo conocí, realmente

A Silvio lo conocí, realmente

ASilvio lo conocí, realmente, en casa de la pensión que tenía doña Virtudes Castro en la calle Estrelleta a esquina Beller, en el segundo piso. Allí vivíamos mi compadre-hermano Rafael Atilano Díaz Vásquez y su primo Leonel Vásquez Noboa. Año de 1958.
Silvio era militar, su hermano Emilín jugaba pelota para la Aviación Militar Dominicana, tercera base o short stop. Eran otros tiempos.
Unos años después, octubre de 1962, nos encontramos en la ya Universidad Autónoma de Santo Domingo, en la recién restablecida carrera de Periodismo en la cual compartimos aulas con un grupo de muchachas y muchachos muy interesantes. Mi Miriam y yo llegamos a la Escuela de Periodismo ya con amores; Clara Leila Alfonso y Silvio se conocieron y se enamoraron en la UASD. Tuvieron cuatro o cinco hijos durante su matrimonio.
La vida y el afán de búsqueda de la democracia, por la construcción de la libertad y la independencia hizo que compartiéramos militancia en la Guerra de Abril, donde Silvio participó en el frente de propaganda e información como periodista de la Radiotelevisión Dominicana, que operaba desde el local de la emisora HIZ, en el segundo piso del edificio Copello, sede del Gobierno en Armas presidido por el Ciudadano Francisco Alberto Caamaño Deñó, de quien fui Secretario Personal con el rango de Viceministro de la Presidencia. Emilín formó parte de un aguerrido comando que operaba en el sector de San Carlos.
Los caminos se bifurcaron, Silvio se fue al Listín Diario, yo al sector privado a trabajar en banca, seguros, tarjetas de créditos. Durante mi ejercicio como burócrata fungía, también, como relacionador de las empresas a las que servía y como redactor de discursos y notas periodísticas.
Para 1969 la situación nacional me lla- maba a ejercer el periodismo como un modo de contribución directa con la lucha por vivir bajo un régimen democrático donde se respetaran las libertades públicas y donde hubiera voces con valor, coraje, determinación y decisión, para enfrentar a los poderosos militares traidores y a los políticos taimados a quienes había que desplazar del poder, entonces vine al periodismo puro, al de búsqueda y transmisión de noticias, a la investigación de lo que no se ve en las informaciones y a la opinión sin ambages, a llamar al pan pan y al vino vino.
Eso hizo una generación de periodistas dispuestos a jugarse la vida para desentrañar los asesinatos, los crímenes de Estado, la corrupción, la inconducta, la mentira, el abuso, a oponerse a la prisión política, a la deportación arbitraria, inhumana de connacionales.

Para ninguno de nosotros fue un tiempo duro, enfrentar los abusos, los robos, los crímenes, fue un tiempo de cumplir con nuestro deber.

Entonces conocí a Silvio.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas