A Toñito se le zafó el seguro

A Toñito se le zafó el seguro

Realmente este es un país, como todos, donde ocurren cosas maravillosas, pero no es cierto que este sea el país de las maravillas, aunque de que las hay, las hay.

Me llamó poderosamente la atención un artículo publicado en El Nacional por Antonio Almonte, en el cual Toñito se revela como un gran sastre.

Ello así, porque donde quiera que el vaho purulento y repugnante hirió su olfato, el halló un parche, un remiendo, un espacio para ejercer el difícil arte del zurcido, que no sé si realiza empleando una bombilla de las que parecen una pera como soporte para el trabajo.

Es cierto, en el reino de los ciegos el que tiene un ojo es rey, sólo que el ingeniero Almonte estudió física nuclear y otros asuntos tan importantes y enrevesados como esa disciplina y de ahí a explicador político me pareció un débil e impráctico play-maker de un equipo de basquetbol que le quedó grande.

Eso de tapar el sol con un dedo se deja a experimentados cultores del buen decir tales como el Juan Bosch de “Dos Pesos de Agua”, malabarista de la palabra y de la conseja que escuchó en los campos del Cibao de comienzos del siglo XX, o puede que el ingeniero Almonte empleara la lógica que usaron los hermanos Grimm para escribir la celebrada y asombrosa fábula o leyenda de “El flautista de Hamelín”.

Resulta interesante ver cómo la gente insiste en jugar con candela como si la candela no quemara y se lo dicen y se lo gritan y les ocurre lo que a Perico, que le gritaban: ¡quítate de la vía Perico, que viene el tren! De donde surgió un aire tropical que canta: “si yo hubiera sabido/que Perico era sordo/yo paro el tren”. Y no habría ocurrido la desgracia recogida por Cortijo y su Combo, para disfrute de los amantes de la buena música caribeña que entra y se escucha por los pies y la cintura.

Quizá alguien tuvo la malhadada idea de pedirle al ingeniero Almonte que se echara al charco bajo el argumento de que el otro no sabía nadar, pero lo cierto es que escribir un artículo denunciando lo que nadie había hablado, aireado, publicado, es un desacierto inconmensurable.

¿Había necesidad de informar tantos datos de actuaciones desdorosas, como él lo hace en ese artículo?

¿Quién le estaba preguntando al ingeniero Almonte si tal o cual cosa ocurrió durante las votaciones de la Convención del Partido Revolucionario Moderno, que si Patatín o Patatán, que María estaba lavando y se le acabó el jabón?

La denuncia del ingeniero Almonte fue extemporánea, ¡suerte que ya estaba tomada la decisión de no echar una pasta de jabón en el sancocho!

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