A un amigo, ahora funcionario público

A un amigo, ahora funcionario público

POR RAFAEL TORIBIO
El Presidente de la República te ha seleccionado para desempeñar un cargo en el nuevo gobierno. Ha depositado en ti su confianza, y espera que no lo defraudes. El pueblo, cargado de dolencias que presionan para elevar sus expectativas y demandas, tiene esperanzas de que sus males comiencen a mejorar de inmediato por las acertadas decisiones  y acciones de las nuevas autoridades, entre las que te encuentras.

Espera, además, que cada funcionario entienda que el cargo que le ha sido conferido implica una responsabilidad frente a la ciudadanía, antes que al partido; que en el ejercicio del poder no todo se vale, porque hay normas morales y éticas que respetar; y que de la misma forma que se llegar a un cargo se sale de él.

En este enorme desafío que es ocupar un cargo en la administración pública en las condiciones en que se encuentra la nación, caracterizada por una profunda crisis económica que presagia descontento social; gran debilidad político institucional que hace peligrar la gobernabilidad y una bancarrota moral por complicidades múltiples de gran parte del liderazgo nacional; quisiera, de alguna manera, colaborar a que puedas desempeñar de la mejor manera posible las responsabilidades que se han puesto en tus manos. Intentaré hacerlo haciéndote llegar estas reflexiones para que trates de tenerlas en cuenta en tus decisiones y acciones. Espero que te puedan ser de alguna utilidad.

Un cargo público debe asumirse como una oportunidad de realización personal y profesional, pero también de solidaridad social por permitirte poner tu experiencia, capacidad, formación y esfuerzos al servicio de los demás. Conviene que no olvides que lo que hagas, y como lo hagas, e incluso lo que dejes de hacer, beneficia o perjudica a personas determinadas. Piensa que siempre un rostro humano será afectado. Por otra parte, el cargo no debe hacerte una persona diferente a la que has sido, sino una oportunidad de demostrar quien  eres a través de las decisiones que tomes y las acciones que ejecutes. Toma como norma en tu proceder estos consejos de Don Quijote a Sancho: no permitas que la vara de la justicia se tuerza, ni por las dádivas del rico, ni por las lágrimas del pobre. Pero si alguna vez debe torcerse, que sea por las lágrimas del pobre. Y a quién has de maltratar por una decisión necesaria, no lesiones con palabras. El cargo que desempeñas debe ser oportunidad también de ratificar lo que has defendido, no para desdecirte.

En el ejercicio del poder que todo cargo público implica habrá más de una oportunidad para poner a prueba mucho de lo que anteriormente fue norma en tu vida. En esos casos hay que «saber estar», al decir de Ortega y Gasset, y mantener la coherencia proclamada y demandada a otras. Es el momento de adoptar el comportamiento que corresponde a una persona con principios y valores. En ocasiones habrá que tomar distancia para no hacer ni aceptar lo que se propone o demanda. En otras, se habrá que asumir responsabilidades y tomar riesgos. Es recomendable mantener el silencio si es que no se puede decir la verdad, nunca asumir la complacencia que puede significar complicidad. Mantener un cierto nivel de seguridad en sí mismo que permita defender los criterios, hasta con vehemencia, y lograr objetivos y metas, es conveniente, pero sin llegar a pensar que nunca se pueda estar equivocado. Si piensas que alguna vez puedes equivocarte serás más cuidadoso al tomar una decisión o ejecutar una acción. En términos personales, en el desempeño del cargo debes tratar de no ser diferente a como has sido. El cargo, por más importante que sea, es pasajero. Después de dejarlo debes poder seguir siendo tu mismo. Nunca olvides que es más importante mantener el reconocimiento y el aprecio de tus amigos de siempre que de los nuevos, aparecidos cuando llegaste al cargo.

Al final, cuando termine el período, o salgas del cargo, la mayor satisfacción debe ser seguir contando con el aprecio de amigos y familiares, y poder caminar con la frente en alto, no cabizbajo rehuyendo las miradas por considerar que son acusatorias. Para lograrlo debes permanecer siempre «ligero de equipaje» y estar dispuesto a decir en cualquier momento «hasta aquí llego», cuando continuar signifique renunciar a lo que has sido y a lo que has defendido.

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