POR CHIQUI VICIOSO
Tropecé con círculos, cuadrados, letras. Nunca vi. un silencio tan poblado, nunca oi de la ausencia de sonido tan ensordecedora resonancia. Me detuve, es que llegaba agosto y otra vez la memoria del artista Frank Almanzar, fallecido un día trece de agosto de 1986, a las cinco de la mañana, cuando su imagen se presentó frente a mi cama, con su traje formal (siempre vistió como un caballero) y el sombrero de ala ancha con que cubría la cicatriz del tumor cerebral que no pudieron extirparle.
Nadie, después de Urdaneta, como Frank Almanzar trabajó con mayor persistencia la imagen de nuestro padre de la patria, Juan Pablo Duarte, nadie se centró en la multitud en marcha, estudiantes de la UASD corriendo hacia el disparo final de una bala. Nadie expandió la imagen de Caamaño hasta convertirlo en una bandera ondulante, libre como el viento.
Han pasado veinte anos de su despedida y no sé cuántos de los actuales estudiantes de diseño y de grabado de nuestras universidades, cuantos de los y las publicistas que trabajan en agencias de publicidad y diseño, cuantos estudiantes de la Escuela de Bellas Artes, saben que hubo en este país un maestro, un ser excepcional y artista extraordinario al que le deben el avance de las técnicas que hoy facilitan el computador, el scanner, y la fotografía digital.
UN SALCEDENSE
Nacido en Salcedo en 1949, Frank Almánzar estudió artes plásticas en la UASD y realizo estudios de grabado con el profesor español Sánchez Borayta. Completo sus estudios de grafica y diseño en Moscú y en Roma, donde se familiarizó con la Escuela Alemana de Diseño Bauhaus. De Walter Gropius, el fundador de la escuela, adoptó la frase Se aprende para la vida y no para la escuela, y armado con esa visión introdujo en la Escuela de Bellas Artes los principios de diseño y la funcionalidad del arte. El estudio del movimiento cinético de la línea, la composición gráfica-geométrica y el uso de colores complementarios.
Estudioso del Impresionismo y en particular del Puntillismo de Seurat, ideó la sustitución de los puntos por letras y números, o figuras geométricas para la creación de retratos computarizados, cuando aún no existía la computadora, ni conocía la existencia del venezolano Cruz Diez, o de José Soto y sus grafismos cinéticos.
EL ARTE COMO MILITANCIA
Hijo del luchador antitrujillista Tiburcio Almanzar (Buzo), maestro-artista-constructor de múltiples mausoleos, edificios y casas solariegas como la de las Hermanas Mirabal en Ojo de Agua, Salcedo, y en San Francisco de Macorís, apresado y torturado en la 40 por el régimen de Trujillo; Frank sufrió a muy tierna edad el asesinato de su único hermano mayor, también por la dictadura de Trujillo. A los quince años se inicia en la lucha contra los remanentes de la dictadura, y ya en 1963 se integra al Movimiento Popular Dominicano , declarándose partidario de la filosofía existencialista de Jean Paul Sartre.
Con apenas 17 años, Frank se enlista en a los Comandos de la Revolución del 1965 y allí aparece, en una foto, delgadísimo, con rostro asombrado y un fusil que le superaba en peso y tamaño. A inicios del 1967, se organiza en el grupo Adelante, desprendido del Partido Comunista Dominicano, que luego se consolida como Partido Socialista Popular (PSP) donde desarrolla tareas gráficas propagandísticas hasta la disolución del PSP en 1982, y su integración a las filas del Partido de la Liberación Dominicana. De ese período queda un afiche con el retrato construido en letras del fundador del Partido Freddy Valdez, la amistad con su hijo intelectual Miguel De Mena, a quien introdujo a las lecturas de Carlos Marx, Baudelaire y Kafka a muy tierna edad (lo que le costó una reprimenda partidaria) , y su entrañable hermandad con el poeta Abelardo Vicioso.
Lector voraz, Frank sentía una especial predilección por el poeta francés Rimbaud, por Pedro Mir, por César Vallejo, Mariategui y Don Juan Bosch , y por Máximo Avilés Blonda, hombre bondadoso y gran poeta, quien fuera su jefe en la Unidad de Afiches de la Dirección General de Bellas Artes. Como profesor de la Escuela de Bellas Artes, se preocupó siempre de que, paralelamente al aprendizaje de la técnica, los estudiantes desarrollasen un amor por la lectura, sobretodo por la poesía, para que no sucediese con ellos lo que con la generalidad de los profesionales, que son cultos en su área y totalmente ignorantes en otros renglones del quehacer cultural.
UN REVOLUCIONARIO DE LA GRAFICA
Durante su corta trayectoria como artista (Frank murió a los 39 anos, de un tumor cerebral que se sospecha le provocó los golpes que recibiera en la cabeza durante una de las múltiples detenciones que sufrió durante las manifestaciones estudiantiles de la UASD), Frank trabajó en los asuntos temáticos que revalorizan la dignidad nacional, a través de los rostros y figuras de patriotas dominicanos y extranjeros como Luperón, Cabral, Sánchez y sobre todo Juan Pablo Duarte, y los poetas Don Pedro Mir y Aida Cartagena. Sobre los héroes y heroínas puertorriqueños creó un tríptico en homenaje a Albizu Campos y trabajó a la poeta Julia de Burgos.
Desde la década de los 70 establece contacto con la comunidad. Innumerables sindicatos, escuelas, clubes y provincias conocieron su obra y discutieron con él, (en sus Talleres de Expresión Gráfica, y sus innumerables muestras colectivas y muy pocas individuales, debido a su carácter investigativo) su visión como artista y como dominicano. Participó en la Expo-Homenaje a Orlando Martínez (Taller Galería Giotto); Expo Hombre Hombre (UASD); Expo 488avo Aniversario UASD (Casa de Teatro); Pintores Dominicanos en Panamá (Panamá), exposición en solidaridad con el entonces exiliado pintor Silvano Lora; Jóvenes Grabadores de Republica Dominicana y Brasil (Galería Chaseriau), Santo Domingo; Gran Exposición de Dibujo y Gráfica Actual de Santo Domingo (Galería de Arte Moderno); Exposición Inaugural Realidad y Fantasía, Grafica Expansiva; Homenaje al Moncada, Grafica y Pintura; y Homenaje a Humberto Soto Ricart.
En 1978 realizo una muestra individual en Casa de Teatro, con el título Grfica de Nuestra Historia, y en el mismo lugar inauguroó, en 1984, su exposición denominada 10 años después,la cual fue organizada por amigos entrañables como Rosita Melendez, Orlando Minicucci, Don Pedro Mir, Geo Ripley, José Mercader y Tony Capellán, entre otros, después de su operación.
Junto con Alberto Bass y Carlos Sangiovanni Frank diseñaba las portadas del suplemento AQUÍ, de La Noticia, que dirigía el poeta Mateo Morrison. Fue además autor de innumerables afiches, donde insistía en que lo que debe hablar es la imagen, no el texto, y en la limpieza y nitidez del diseño, su sello particular. Entre sus afiches se destacan el del Consejo Dominicano de Apoyo al XII Festival de la Juventud que se realizó en Moscú en 1985 y el de Paul Giudicelli, en conmemoración a sus obras, para una retrospectiva organizada por Freddy Ginebra en 1985.
NUESTRO FRANK
Ganador del gran premio de la Bienal de Artes Plásticas, con su In God We Trust, un dollar gigantesco donde George Washington nos dispara, y precursor del POP dominicano, (Frank era un estudioso de Andy Warhol, y el POP norteamericano, sobretodo el de los inicios), dice el caricaturista José Mercader que hay muchos franalmanzar, que cada cual tiene el suyo. Para sus amigos de infancia, como Rómulo Tiburcio, hay un Frank escolar que diseñaba los cuadernos más lindos de la escuela, con dibujos y recortes, un interno del colegio religioso del Santo Cerro que fue expulsado a los 13 años por sus precoces posiciones políticas; para los antiguos miembros del PSP hay un Frank; para los muchachos de Bellas Artes hay un Frank; para Miguelin Mena hay un Frank; para José Mercader, Micky Vicioso, Orlando Minicucci, Geo Ripley y Alberto Bass, hay el Frank artista; un hombre que defendía su trabajo con su trabajo mismo, sin tener que recurrir a los descalificativos ni a las zancadillas, a las faltas de generosidad propias del medio.
Yo también tuve mi Frank y como dice Silvio Rodríguez siempre que se hace una historia se habla de un hombre, de un nino, o de si, pero mi historia es difícil, porque no les hablo de un hombre común, escribo sobre un hombre al que amé, y con quien compartí sus últimos tres años. Un ser pausado, aparentemente simple, que se sonrojaba y era capaz de llorar cuando alguien le agredía, no por la agresión en su contra, sino por la deshumanización del agresor. Un hombre detenido en la infancia, rodeado de juguetes, que amaba el bizcocho con suspiro rosado porque en los cumpleaños de pobres el sol puede verse a través de los pedazos, un hombre justo, obsesionado con su tránsito por una ciudad y una calle: El Conde, donde muchos aún le recuerdan con los sombreros Panamá, o de fieltro negro, con que cubría la calvicie que le provocara la quimioterapia.
Un hombre que comprendió que la guerra, era la paz del futuro, e iba matando canallas, con su cañon de ternura.