Abajo el telón

Abajo el telón

La aprobación del proyecto de Reglamento de Campaña por parte del Pleno de la Junta Central Electoral (JCE) debería significar el final del penoso drama que mantenía en pública confrontación a mienbros de distintas instancias de ese organismo.

Y debe quedar claro que una discusión de este reglamento con los partidos políticos debe tener un carácter meramente informativo, que no degenere en torceduras de brazo en perjuicio de la JCE.

La Junta, que organiza el proceso electoral y que produce y administra las normativas correspondientes, suele caer muchas veces en el error de buscar consenso cuando no se requiere. Es como si, por momentos, delegara sus facultades y autoridad en los partidos políticos.

  La desagradable comedia a través de la cual se aireaba en los medios de comunicación asuntos íntimos de la Junta parece haber sido desmontada.

Que caiga el telón y que no se repita.

Caiga quien caiga

El Gobierno tiene el compromiso de hacer que la población se beneficie del nuevo régimen de seguridad social y atención en salud.

Y ese compromiso no debe parar mientes a la hora de hacer que cada sector involucrado, o cumpla su deber, o se quite del camino.

 El vicepresidente Rafael Alburquerque ha dicho que la Seguridad Social puede continuar su marcha sin las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS), a las que se atribuye estar entorpeciendo la viabilidad del Seguro Familiar de Salud.

En las sociedades organizadas, la armonía y la buena marcha de la sociedad está garantizada por las leyes, que se crean para beneficio de todos y privilegio de nadie.

Generalmente hemos pecado de buscar consenso para tratar de aplicar la ley, y esa práctica solo induce a desconocer la ley para estar bien con todos.

Ya ha habido demasiado circo con la Seguridad Social, y en gran medida ha sido por andar con paños tibios y temer aplicar lo que manda la ley. El Seguro Familiar de Salud es la mejor muestra de esa penosa situación.

Quitemos del camino de la Seguridad Social todo lo que estorbe, llámese como se llame.

Menos espuma…

Nuestros políticos le temen al debate formal como teme el Diablo a la cruz.

A pesar de la gran rentabilidad proselitista del debate, nada los anima a plantearlo como parte de una estrategia de marketing.

 Unos descalifican todo lo que hace el contrincante, inclusive  aquellas cosas de las que esos mismos críticos fueron autores cuando les tocó ejercer  cuotas de poder.

Con tantos problemas por resolver como tiene el país, ninguno se atreve a exponer qué anda mal, por qué anda mal y el modo de resolverlo.

Y mientras el país se queda esperando propuestas de solución a sus problemasgeneralmente los políticos se desviven elaborando respuestas y descalificaciones sin ton ni son.

Esa es la causa por la cual nuestros problemas más acuciantes se han mantenido vigentes por los siglos de los siglos.

Se cree más en la manipulación de encuestas y en el “Photoshop” que en atreverse a ofrecer soluciones creíbles y posibles.

Por eso estamos como estamos. Necesitamos menos espuma y más chocolate.

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