Abandonados a su suerte, ancianos haitianos esperan morir

Abandonados a su suerte, ancianos haitianos esperan morir

Puerto Príncipe, (AP).- Una anciana se arrastra por la tierra y llora porque quiere sus medicamentos. Un hombre viejo yace inmóvil mientras las ratas hurgan en su pañal, que se desborda.

No hay agua, comida ni remedios para los 84 ancianos que vivían en la dañada Residencia de Ancianos Municipal de Puerto Príncipe, apenas a un kilómetro y medio (una milla) del aeropuerto donde un enorme operativo de asistencia internacional se está organizando.

«Ayúdennos, ayúdennos», rogaba el domingo Mari-Ange Levee, de 69 años, tirada en el suelo con costillas y una pierna fracturadas. Un enjambre de moscas zumbaba sobre otra fractura, abierta, en su cabeza.

Un hombre ya murió tras sobrevivir al sismo y el administrador Jean Emmanuel dijo temprano el domingo que si la ayuda no llegaba de inmediato otros también fallecerían.

«Le pido a quien sea que nos traiga lo que sea o si no otros no vivirán hasta esta noche», dijo y señaló a cinco hombres y mujeres que respiraban con dificultad, una señal de que estaban agonizando.

Horas después, una anciana murió.

El primer fallecido después de sobrevivir el sismo era Joseph Julien, un enfermo de diabetes que tenía 70 años, a quien sacaron del asilo parcialmente colapsado pero murió de hambre el jueves.

Su cuerpo se descompone sobre un colchón, pero casi no se lo distingue de los que yacen a su alrededor, vivos.

Seis residentes murieron en el sismo y ahora quedan 25 hombres y 59 mujeres, acampados afuera de su antiguo hogar. Algunos yacen sobre un colchón. Otros no tienen dónde.

Madeleine Dautriche, de 75 años, dijo que algunos de los ancianos habían juntado dinero para comprar tres paquetes de fideos, que compartieron entre todos el jueves, la última vez que comieron. Como no había agua potable, algunos prefirieron no alimentarse porque la comida se cocinó con agua de la alcantarilla.

Dautriche indicó que muchos ancianos llevaban pañales que no habían sido cambiados desde el día del sismo.

«El problema», dijo, «es que las ratas se les están viniendo».

Aunque los haitianos en general disponían de muy poca ayuda alimentaria el domingo, Emmanuel dijo que el problema era aún peor en el asilo porque éste se encuentra cerca de Place de la Paix, un barrio muy pobre del centro de la ciudad.

La residencia de ancianos está cerca de un sucio estadio de fútbol, ubicado entre el puerto y Bel-Air, una de las barriadas más violentas y peligrosas.

Miles de personas sin casa, hambrientas, sedientas y de cada vez de peor mal humor, han acampado en el terreno de la residencia de ancianos, dejando a la sombra y a escondidas del mundo exterior a los más mayores.

«Estoy intentado que todo el mundo entienda que hay una tregua ahora, que las calles son libres, así que ya pueden venir a ayudarnos», dijo Emmanuel, de 27 años, uno de los pocos funcionarios que no ha huido de la miseria.

Una anciana de la residencia murió antes de la noche el domingo, cuando periodistas de Associated Press regresaron al hospicio.

Tsida-Edith Andre, de unos 90 años, era demasiado mayor y débil para aguantar el calor de la tarde, dijo Nixon Plantain, un limpiador de la residencia.

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