Abidján: Lo que mal comienza, peor acaba

Abidján: Lo que mal comienza, peor acaba

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
La Organización Internacional del Cacao (ICCO) se encontraba en una situación económica precaria, después que la misma suspendiera el régimen económico conocido como «cuotas de exportación» el cual tenía como base fundamental el denominado «buffer stock» mecanismo regulador para impedir que los precios se dispararan hacia arriba perjudicando el mercado, o hacia abajo, en este caso la lesión la sufrían los países exportadores, es decir, los productores.

El alquiler pagado por la ICCO que se encuentra localizada en 22 Berners Street en el centro de Londres y a dos cuadras de la principal arteria Oxford Street, había sido elevado como consecuencia de ser considerada esta área como «prime rate», lo cual obligó a los miembros a tomar decisiones alternativas, presentándose tres opciones: a) Buscar un local en la ciudad de Londres menos costoso. b) Encontrar una ciudad cercana en donde el cacao tuviese alguna relevancia, caso de Reading, o c)  Dejar el Reino Unido e ir a otro país en donde el costo del alquiler como de vida, fuese más barato.

Ante esta disyuntiva, surge el ofrecimiento del gobierno de Costa de Marfil, primer productor de cacao del mundo, el cual ofrecía por diez años libre de pagar renta, dos pisos en un edificio gubernamental, dándole a los funcionarios de la ICCO el trato diplomático y exonerando de visado a todos aquellos delegados que asistieran a las reuniones, tanto del Comité Ejecutivo, como del Consejo y sus órganos aleatorios. En la desesperación,

se votó en la sesión de marzo del 2002 a la cual nosotros no asistimos por el deceso de nuestra madre, el traslado de la sede de la ICCO para la ciudad de Abidján, capital de la Costa de Marfil. Nosotros, en la reunión de diciembre 2001, habíamos externado nuestra oposición a que esta ciudad fuese designada sede, ya que entendíamos que la sede debía estar ubicada en un país consumidor, para asegurar la asistencia de los representantes, tanto de esos gobiernos, como de las grandes industrias chocolateras.

Por ironías del destino, nos tocó el 22 de noviembre de 2002, en nuestra condición de presidente del Consejo de la ICCO, firmar en Abidján con el ministro de Asuntos Exteriores de Costa de Marfil, el traslado de la sede para esa capital. Recordamos, como el anterior presidente del Consejo de la ICCO, un holandés, había hábilmente rehusado trasladarse en el mes de marzo a firmar el acuerdo, ya que había estallado una revuelta y el país estaba

dividido en dos, la norte ocupada por disidentes y el resto por el actual gobierno del presidente Gbagbó. A nuestra llegada a la ciudad de Abidján, se nos informó que había un toque de queda que empezaba a las 6:00 p.m. y terminaba a las 6:00 a.m. También, que el vuelo directo de Air France había sido suspendido y que las aeronaves, para no pernoctar en Abidján debían tocar Lomé, capital de Togo y de ahí hacer escala. Teníamos, por primera vez en nuestra vida, dos vehículos asignados con cinco guardaespaldas, que presumíamos espantarían la mula y nos dejarían solos si se presentaba una de esas «balaceras» que ocasionalmente escuchábamos en la ciudad. De más está decir, que los únicos huéspedes en el hotel de lujo, fuimos los tres miembros de la ICCO que firmamos el traslado de la sede.

Después de esta pomposa ceremonia, se estableció que las próximas reuniones del Comité Ejecutivo y del Consejo se reunirían en Abidján en el mes de marzo del 2003. Esto no pudo acontecer, ya que los disturbios, enfrentamientos violentos y restricciones de movimiento impidieron que se consumara el acuerdo de traslado, no obstante, el gobierno de Costa de Marfil haber gastado más de dos millones de dólares en la habilitación de dos pisos, con salón de conferencia y todo, para albergar la ICCO. Además, la Unión Europea prohibió, hasta tanto las Naciones Unidas no levantasen la Alerta 2 que pesaba sobre el país, que ningún miembro o delegado pudiese viajar a ese convulsionado país, con lo cual, el traslado quedó en suspenso.

El gobierno marfileño seguía insistiendo que la situación en su país se había normalizado y que por lo tanto, la sede debía ser ocupada permanentemente por la ICCO. Los delegados de los países consumidores se negaban, alegando, no sólo la advertencia de la ONU, sino que había una especie de xenofobia hacia el europeo que podía resultar peligroso para ellos. Los ministros de Costa de Marfil que asistían regularmente a las sesiones del Consejo en Londres insistían que eso era una propaganda malsana contra su país. Sin embargo, los acontecimientos que se sucedieron les dieron la razón a los europeos. El ataque a una caserna militar francesa por las tropas marfileñas que causó la muerte de nueve soldados franceses y un voluntario norteamericano, resultó ser el jaque mate para las aspiraciones de Costa de Marfil.

En la reunión del Consejo de la ICCO que se celebró en Londres del 7 al 9 del mes que discurre, se acordó notificarle de manera amistosa al gobierno marfileño la decisión de no trasladar la sede a esa ciudad y se autorizó al presidente del Consejo, para que, reconociendo el gran esfuerzo y los extraordinarios recursos económicos dispensados, renunciaran voluntariamente y se denunciara el acuerdo de sede firmado el 22 de noviembre de 2002. A pesar de esta decisión que lesiona los intereses de un país, que no obstante ser el primer productor de cacao es muy pobre, debería ser compensado nombrando por consenso al Director Ejecutivo a un marfileño. Esta es una proposición que ha venido sustentando la representación dominicana y que ha calado dentro de los delegados de los países consumidores. ¡Ojala! Que esto suceda para el éxito de la organización, que ya tendrá bastantes inconvenientes en lograr una sede definitiva.

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