Merecen escudriñarse más algunas frases del presidente Abinader en desayuno organizado por Fundación Arquidiocesana Santiago Apóstol (FASA) semanas atrás.
De un lado parece estar despidiéndose cuando afirma que “Al salir de esta posición…” expresión justificada en políticos próximos a abandonar el poder como lo hizo su predecesor en discurso del 13 de agosto 2020. (No entendemos cómo estrategas gubernamentales siguen estructurando pronunciamientos y acciones similares a las pretendidas cambiar.)
Pero el complemento de esa frase resulta esperanzador: “desearía ser recordado como un mandatario reformador…” por augurarnos una especie de renacimiento como Jesús amonestó a Nicodemus: “renacer en agua y espíritu” (Juan 3,1-22). El presidente Abinader tiene la oportunidad de consolidar su imagen reformadora, bastando reorientar su Gobierno en sentido contrario al de su predecesor: Descontinuando burocracia heredada, lamentablemente aumentada en su Gobierno. Reorientando subsidios PLDistas a consumidores urbanos hacia productores agrorurales.
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Poniendo en producción tierras baldías y subutilizadas, abandonadas por las preferencias urbanas y rentistas de políticas del PLDismo; reorientando así nuestro crecimiento económico y reordenando territorio. Reformando sistema tributario, simplificando procedimientos, reduciendo tasas y exenciones, complicado/as por parches fiscales de gobiernos anteriores que impulsan informalidad y evasión protagonizada por mas de la mitad de agentes económicos; pudiendo duplicarse así presión tributaria.
Más ingresos y mejor calidad de gastos disminuirían necesidad de endeudamiento, viabilizando renegociar deudas heredadas de predecesores; aliviando pagos por servicios. Alentando competencia desalentada por fijación de precios en sectores claves como combustibles y electricidad, para alcanzar competitividad. No puede haber competitividad sin competencia. Dejando de establecer márgenes fijos de ganancias a transportistas y distribuidores. Y desmembrar burocracia eléctrica generadora del subsidio más improductivo que afecta finanzas públicas.
Reorientado el gasto público hacia la producción (agropecuaria) en lugar del consumo (subsidios y burocracia urbanos), inflación e intereses pudieran bajar al desestimular consumo frente a producción estimulada. También bajarían retirándose el Estado del financiamiento interno, dejando el dinero en circulación; reformando así nuestro sistema financiero.
Estas y otras reformas harían del presidente Abinader un reformador por excelencia.