Presiento que esta vez Dios ha decidido darnos una nueva oportunidad. He visto mi país muchas veces hacerse la ilusión, y luego ver el fracaso, o las cosas hechas a medias, con demasiados defectos y omisiones.
Ahora, casi sorpresivamente, tenemos un gobierno de cuyo surgimiento muy pocos podrían vanagloriarse. No propiamente el PRM, cuyos votos no eran suficientes; ni cuadros políticos, ni sus estrategias; no el liderazgo, ni el carisma; tampoco el dinero ni otros recursos necesarios para desarticular un poder tan contundente y agresivo como el del gobierno anterior.
La Biblia narra situaciones en las que Yahvé, en vez de reforzar a los israelitas, optó por confundir a sus enemigos.
Los peledeístas se dividieron, el gobierno se desesperó y cometió gran cantidad de faltas y abusos de poder demasiado ostentosos.
El nuevo gobernante no ha sobresalido por su elocuentica y su arrastre. Posiblemente tenemos en este hombre, y en otros hombres y mujeres, solamente individuos cuya gracia sea su capacidad de trabajo, su sentido de la organización y de emprendimiento.
Mayormente gente de clase media, a muchas de las cuales se les reconoce su sentido del honor y de la vergüenza, y que teme a Dios, como la mayoría de los dominicanos.
Esta gente viene a administrar una crisis de escasez, desorden, corrupción y pandemia; y en vez de desesperarnos y asediarlos, conviene darles y darnos una oportunidad invaluable. Una verdadera esperanza de hacer mucho de lo que aquí se necesita.
Estas nuevas gentes, tampoco tienen hambres ni frustraciones acumuladas. Y mejor aún: no forman una pandilla, ni una claque; tampoco un proyecto socialista o económico de largo alcance y ambición. Ni exhiben, como grupo, filiaciones ni compromisos con ideologías políticas, ambientalistas, de género y afines, aunque probablemente tengan, cada cual, sus preferencias en esos ámbitos ideacionales.
Contrariamente, no se observa tampoco una fuerte ligazón con “El Partido, ni con su programa”; Lo cual no es correcto ni deseable; y ni siquiera se le conocen vocaciones especiales por los pobres, lo cual sería algo muy bueno y merece preeminencia, siempre que no se mezcle con extremismos en ese respecto.
Por lo cual, hay mucho espacio que llenar de parte del pueblo y de clase medias de los que no necesariamente aspiran a cobrar recompensas en cargos, puestos o negocios públicos; especialmente porque, como se sabe, no hay para tanta gente. Y porque son demasiadas las deudas del Estado, y resultará muy costoso tan solo mantener el orden social mínimo necesario.
Otra aparente ventaja, es que al ocurrir todo como de repente, apenas dio tiempo a algunos sectores tradicionales de poder, locales, mafiosos y extranjeros, para hacer sus acostumbrados “aportes” que tan caros le han salido siempre a nuestro país.
Más que esperar un gobiernazo, debemos ayudarlos a ser sensatos y eficaces, y averiguar qué puede cada cual aportar, desde cualquier lugar, para que este gobierno funcione lo más decente y ordenadamente posible. Eso quiere decir, entre otras prioridades: Cuidar que haya comida, salud, educación, oportunidad y futuro para los pobres.