Luego de un triunfo aplastante en las municipales de febrero y en las presidenciales y congresuales de mayo, que permitieron la reelección y lograr el 76% de la matrícula legislativa y por vía de consecuencia mayoría en el Consejo Nacional de la Magistratura y todo el poder político, parecía que el Gobierno navegaría con el viento a favor; sin embargo, reveses, anuncios incumplidos y una sensación de un exceso de metas inalcanzables, obligan a un relanzamiento inmediato para presentar realizaciones capaces de permite al PRM continuar en el poder después de 2028.
La historia reconocerá el gesto temprano del presidente Abinader de no intentar un tercer período, reforzar por la vía constitucional e incluso hacerla difícil, casi imposible a futuros mandatarios, pero en términos de la “real politik”, desde ya es evidente fue un error excluirse tan temprano, pues coloca a su organización, heredera del ADN perredeísta, en una lucha prematura por el poder y coloca al mandatario, antes de tiempo, en la condición de “lame duck” (pato cojo), término usado en los EE. UU. para alguien cuyo sucesor ha sido elegido.
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La reforma fiscal, necesaria para reducir gradualmente el déficit fiscal y el endeudamiento, aparte de generar los recursos para inversiones al desarrollo, representó un pésimo diseño, pero también demostró al mandatario la ausencia de apoyos internos.
No habrá reforma fiscal, la reforma laboral será simplemente cosmética y no lo que debería ser un instrumento para estimular la productividad y la creación de empleos bien remunerados, no hay a la vista ningún plan concreto para montar el país en la senda de la robótica, la inteligencia artificial y la industria de alta tecnología; sin ello, solo contando con turismo, zonas francas y remesas serán imposibles las metas de duplicar el PIB de ahora al 2036, o de elevar el ingreso per cápita a US$15,000 al 2028.
No solo ha sido la natimuerta reforma fiscal, también el fracaso, gestado en el cuatrienio pasado en el sector eléctrico con las perdidas, la baja inversión en capital, las promesas incumplidas de inicio de obras o de terminación de otras y los casos de corrupción que desmitifican el supuesto Ministerio Público independiente.
Hasta la incautación del mayor alijo de cocaína parecía un triunfo exclusivo de las autoridades locales; sin embargo, se ha esfumado con las declaraciones del presidente de Guatemala Bernardo Arévalo, negando el origen de la carga fueran puertos de su país y la posterior declaración del presidente de Colombia, Gustavo Petro en su cuenta de X, señalando que “provenía de grupos armados de Catacumbo” y que “con la ayuda de la inteligencia policial de Colombia se han incautado 9.5 toneladas de cocaína en República Dominicana”.
El presidente Abinader debe trazar una “ruta crítica” de acciones realizables en términos de infraestructuras, pero no debe cejar en las reformas, su legado no puede ser una mayor deuda pública consolidada que obligue a la próxima administración a un ajuste de mayor calado.
También el presidente debe cuidarse del flanco partidario, las aspiraciones prematuras, la ausencia de apoyos a iniciativas con costes políticos y deberá mantenerse como un árbitro neutral garante de un proceso de primarias transparente donde la base manifieste su apoyo al posible sucesor.
El presidente Abinader, que ha demostrado garra política, está en el momento preciso de relanzar el Gobierno.