Abracadabra” era aquella famosa palabra mágica de nuestros cuentos infantiles que al pronunciarse provocaba que se abriese la puerta de una cueva. Ahora, la magia que nos permite el acceso al desarrollo es abriendo al país, a nuestros jóvenes educandos, y a sus también profesores, al estudio de las ciencias pero no solo de aquellas carreras universitarias que para muchos es la “puerta” para el bienestar familiar y personal porque se supone que permitan conseguir trabajo y salario. Ciertamente, esto último ya no es cien por ciento cierto, lo que se comprueba al ver graduados de algunas carreras que trabajan buscándose el sustento en actividades muy lejos de lo que con tantas ilusiones y esperanzas estudiaron. Hubo una inversión en su selección de la que ni ellos ni el país se beneficia. Frustrante para ellos, sus familias y para el futuro del país
Una encuesta realizada no hace mucho por la Academia de Ciencias de la República Dominicana, AC-RD, con la asistencia de la UNESCO nos enfrentó a la amarga realidad existencial en que nos encontramos: solo 7.3 % de los jóvenes en el área encuestada confesaron que se interesan en información de carácter científico, pero centrada en temas de informática y salud, ingeniería, naturaleza y medio ambiente y ciencias sociales. Nada de física, química, biología, matemáticas. De cierta forma, en primer lugar, es entendible y explicable por la imagen que la sociedad ha creado en sus vírgenes mentes sobre los estudios de ciencias. A los que preguntaron sus valoraciones sobre los científicos y las ciencias, estos últimos quedaron muy mal valorados, con el criterio de que “de ello no se vive”; “solo sirve para dar clases”, “son aburridos”, y cosas por el estilo. Ya he mencionado el hecho de que en una graduación reciente de la UASD de casi 3 mil solo 12 eran de ciencias aunque ninguno de matemáticas. En segundo lugar, siguiendo la reflexión anterior, es lógico ese divorcio de la juventud con relación a las ciencias porque no hay estímulo, ni público ni privado, para captar jóvenes que se hagan científicos y aporten, así, conocimiento e innovación a proyectos y empresas.
En mi trabajo de la semana anterior donde exponía la jornada que había auspiciado la AC-RD con patrocinio de la PUCMM en Santiago, sobre el estudio de las ciencias, señalaba que habían asistido más de 300 profesores de asignaturas de ciencias de nivel básico y secundario. Concluía señalando que las universidades, en verdad, no ofrecen, en su mayoría, esas carreras y pensando el criterio gerencial con el que trabaja la mayor parte del sector privado, cerraba preguntando que si, por otra parte, las mismas tendrían demanda. El artículo fue remitido por la AC-RD a todos los científicos que participaron y desde Argentina la Dra. Nudelman me contestaba que sí, que había demanda y que ella lo percibió viendo la avidez de esos cientos de jóvenes profesores que asistieron a la jornada.
Convenzámonos de lo evidente: sin científicos no hay desarrollo.