Abril en la memoria

Abril en la memoria

CORRIMOS AL PARQUE.En menos de 5 minutos ya estaba en el parque, ocupado por una muchedumbre de los militantes políticos de la histórica Zona Colonial y de la heroica Ciudad Nueva. Aquello era un puro hervidero…

Ahí está la pared, que separa tu vida y la mía…”, era la canción, entonces de moda, que en la voz de “El Inquieto Anacobero”, Daniel Santos, escuchaba por La Voz del Trópico, en el programa “De Fiesta con El Viajero Mundial”, de mi coterráneo César Medina Núñez, aquel mediodía del sábado, 24 de abril de 1965. Tenía 19 años.

Terminaba de almorzar en la pensión de Doña Elisa y su hija Antonia, en la calle Altagracia, entre la Ravelo y la Félix María Ruiz, y el reposo lo inicié oyendo música. Recién había regresado de la UASD, donde fui a recibir mis clases de laboratorios de Biología y de Física 011 del CUEG.1 Era nuestra primera semana de clases después de haber regresado de Barahona, tras las vacaciones de Semana Santa.

De repente se oye un grito ensordecedor procedente de la calle y corro a la galería de la casa a ver qué sucedía. Alcanzo a ver que las gentes, como disparadas por un spring desde el interior de sus casas, salían alborotadas hacia la calle tirando violentamente de sus puertas con un solo grito en la garganta: “Tumbaron al Gobierno, pongan Radio Comercial, que Peña Gómez está hablando”.

No esperé a oírlo dos veces, di la media vuelta y volví hasta donde estaba el radio Zenith, cambié el dial y sintonicé Tribuna Democrática. Entonces escuché la voz estentórea y emocionada de Peña Gómez, que más o menos decía, lo que injustamente y contradiciendo los hechos históricos (no sé por cual razón) ha pretendido negar el historiador y profesor Euclides Gutiérrez Féliz:

“¡Atención pueblo dominicano… acabamos de recibir una llamada del capitán Peña Taveras, de la Jefatura de Estado Mayor, comunicando que las clases y rasos acaban de hacer presos en estos momentos a todos los miembros de la Jefatura de Estado Mayor… En consecuencia, invitan a toda la ciudadanía y a todos los militares honestos de las Fuerzas Armadas a sumarse a este movimiento libertador… ¡Pueblo dominicano, a la calle!”

En esos momentos había ingresado a la UASD, pero no era un militante político comprometido, aunque ya tenía la experiencia de haber participado junto a la UCN2 y el 1J43 en la lucha contra los remanentes de la tiranía trujillista (1961-62) y con el PRSC4 en las elecciones de 1962 y, tras el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 que derrocó al Profesor Juan Bosch, en la lucha contra el Triunvirato.

El PRSC había suscrito junto al PRD el Acuerdo de Río Piedras, Puerto Rico, en el que se comprometían a luchar por la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones. Yo compartí esa posición.

Al escuchar el llamado de Peña ¡A las calles! , no lo pensé dos veces, aquel penetró en mi conciencia “cual clarín que llama a la guerra”, impulsándome a la acción. Rápidamente me puse la camisa y los tenis y salí disparado por la Mella hacia el Parque Independencia sin decir nada a nadie.

En menos de 5 minutos ya estaba en el parque, una muchedumbre lo tenía ocupado; eran los militantes políticos de la histórica Zona Colonial y de la heroica Ciudad Nueva. Aquello era un puro hervidero, aunque sin tener claro lo que se cocía en la hoya. La gente gritaba la consigna que parecía unificar a todos y que constituía la meta del movimiento rebelde, como inicialmente comenzaron a llamar a los constitucionalistas: “¡Juan Bó, Presidente!”

De repente, dos olas humanas conformadas por “puros hombres del pueblo” asomaron casi simultáneamente por las bocacalles de El Conde y Las Mercedes; la primera, encabezada por un fogoso jovenzuelo con lentes que había conocido ese mismo año en una asamblea de la UER5 en Barahona, era Amauris Germán Aristy, y la segunda, dirigida por un espigado y casi esquelético joven, pero con mucho coraje y decisión, que había visto en la UASD entre los dirigentes estudiantiles, durante la lucha de la FED6 contra el Examen de Admisión al CUEG, era Diómedes Mercedes.

Aquello se encendió al calor del entusiasmo. Era una masa humana sorprendida, como en el aire, pero dispuesta a todo, cuyos virtuales dirigentes parecían no tener claro tampoco qué era lo que debían hacer, hacia dónde conducir a toda esa masa ansiosa y agitada decidida a entrar en acción.

En medio de esa incertidumbre se armó un pleito dentro del parque: Un oficial de una patrulla policial, cuyos miembros también parecían indecisos ante tantas gentes, pues no la habían agredido, es atacado por un osado joven con claras intenciones de arrebatarle su arma de servicio; forcejean y, al fin, logra quitarle la ametralladora, la que rápidamente dispara dejándolo mortalmente herido.

Quienes no se habían percatado del incidente abandonaron despavoridos el parque al oír los tiros. Y la Policía puso fin a su inercia entrándonos a tiros y bombazos, terminando de dispersar la multitud.

Eran alrededor de la 2:30 horas de la tarde. En eso nos llegó “la buena nueva” de que “Los Rebeldes” habían capturado las instalaciones de Radio Santo Domingo. Los que nos habíamos reagrupado en la 30 de Marzo arrancamos para allá con la ilusión de conseguir armas, que era la meta inmediata de todos y cada uno de nosotros, ya que estábamos conscientes de que en algún momento tendríamos que enfrentar a los golpistas septembrinos armados, sustentadores de El Triunvirato a punto de caer.

Efectivamente, cuando llegamos al frente de la radiotelevisora, estaba copada por una muchedumbre que coreaba consignas en apoyo a los militares sublevados que estaban dentro, junto a un grupo de locutores, explicándole al pueblo a través de la emisora las razones y objetivos de su levantamiento y llamándole a apoyarles y sumarse a la lucha contra el Triunvirato. Con ellos nos envolvimos en un mar de emociones al coro de un grito común: “¡Juan Bó Presidente, Constitución del ’63 sin elecciones!”.

Pero nuestra alegría duró lo mismo que “la felicidad en casa de pobre”. Alrededor de las 4, 4:30 p.m. se presentó allí fuertemente armado, en actitud agresiva y abriéndose paso, un contingente militar dispuesto a recuperar la estación, lo que no tardaron en lograr, haciendo presos a los ocupantes.

Dándonos cuenta de la grave situación, aún desarmados, comenzamos a tirar contra los invasores todo tipo de objetos volantes que encontramos, quienes a su vez respondieron con bombas, balas y agua logrando dispersarnos y alejarnos de los alrededores de las instalaciones.

Aquel revés cayó como un balde de agua fría sobre el encendido ánimo de los primeros combatientes de la Guerra de Abril del `65, los que desorientados y aún sin liderazgo ni blancos claros que atacar nos retiramos. Y mientras deambulábamos por las calles de la ciudad, comenzó a bullir en nuestras mentes el presagio del fracaso de la acción libertaria, pues quedamos, además, sin tribuna, sin información y sin punto de referencia. Radio Comercial y Radio Clarín habían sido sacadas del aire.

En medio de esas circunstancias se acercaba la noche, lo que representaba un peligro mayor, pues la ciudad y la situación volvían a estar en manos de el Triunvirato y sus tropas reaccionarias, envalentonados por los pequeños pero significativos triunfos obtenidos sobre los insurrectos. Lo más recomendable entonces, era volver a la casa, y eso hicimos. Al parecer, lo mismo pensaron los movilizados, ya que al entrar la noche la ciudad quedó en un incógnito silencio.

Pocos minutos después de estar en ella, apareció en la pantalla de la RSD-TV7 la figura de Donald Reid Cabral, Jefe del Triunvirato, quien acompañado de sus Jefes militares, anunciaba que tenía la situación controlada, llamaba a los militares insubordinados a rendirse y a la población a guarecerse en sus casas para evitar accidentes lamentables, asegurando que mantendría la paz y el orden en todo el país frente a todo intento de alterarla. Casi lo mismo volvió a repetir alrededor de las 10 horas de la noche, dándoles un plazo hasta las 5:00 a.m. del día siguiente a los militares sublevados.

Pero hubo algo importante en su alocución que no pudo ocultar a la población: Habían dos centros militares importantes en manos de los soldados antigobiernistas declarados ya en rebelión. Y ahí estaba la esperanza, y con ella en el corazón a la cama nos fuimos, seguros de que mañana sería otro día que podría traer resultados diferentes. El lejano tableteo de una que otra ametralladora o fal fue la música de fondo de nuestro sueño aquel histórico, esperanzador e inolvidable sábado, 24 de abril de 1965.

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