Abril y la educación laica

Abril y la educación laica

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La Gesta de Abril de 1965 está presente en la memoria colectiva del pueblo dominicano. Todo lo que se refiere a ella despierta un gran interés. Explicar con propiedad lo acontecido en Abril hace ya medio siglo exige el tener que sintetizar muchos textos y el tener que hacerles frente a cuestiones muy complicadas.

La Constitución de 1963 le atribuía al Estado dominicano el derecho exclusivo de organizar, inspeccionar y vigilar el sistema de instrucción pública, en orden de procurar el cumplimiento de los fines sociales de la cultura y de la formación intelectual y moral de los ciudadanos. La proclamación de esa Carta Magna, el 29 de abril de 1962, se constituyó en un motivo permanente de fricción entre el gobierno constitucional del presidente Bosch y la alta jerarquía de la Iglesia Católica Dominicana, y en uno de los factores causantes del golpe de Estado militar que derrocó el primer gobierno surgido de unas elecciones libres en los últimos cuarenta años; nos referimos a las celebradas en el país el 20 de diciembre de 1962. Era que los altos dignatarios de nuestra Santa Iglesia Católica consideraban que la Constitución de 1963 estaba privada de todo sentido espiritual; que retrocedía a las épocas en que la influencia demagógica había ahogado situaciones históricas concretas con principios llenos de errores y pasiones; y que desconocía los derechos de la Iglesia católica al no consagrar las relaciones entre ésta y el Estado dominicano fijadas por el Concordato. Los Obispos católicos creían que la sociedad dominicana de esa época estaba muy convulsionada y que la situación en que se encontraba podría desaparecer si animados por un espíritu de justicia los legisladores constituyentes revisaran los artículos ambiguos y confusos de esa Constitución o sometieran dicha Carta Magna a un referéndum popular. Directores, profesores y estudiantes de colegios católicos se manifestaban contrarios a la educación laica y participaban en mítines multitudinarios de reafirmaciones cristianas. Líderes empresariales y políticos de extrema derecha denunciaban en foros nacionales e internacionales las supuestas intenciones del gobierno del presidente Juan Bosch de implementar desde el poder una dictadura de izquierda a imagen y semejanza de la Cuba castrista. Jefes militares de la Base Aérea de San isidro conspiraban para derrocar al gobierno legítimo. Todas esas insensateces dieron como resultado que la madrugada del 25 de septiembre de 1963 el gobierno constitucional del presidente Juan Bosch fuera depuesto por un golpe militar encabezado por el entonces coronel Elías Wessin y Wessin. Hoy, cincuenta años después, los dominicanos (plural genérico) asistimos a un drama parecido, esta vez en relación a dos temas muy importantes, el del aborto intencionado y el relacionado con la forma y manera de reformar la Constitución de la República del 2010.

Con el apoyo decidido del gobierno del presidente Danilo Medina, el pueblo dominicano celebra con marcado entusiasmo el quincuagésimo aniversario de la Gesta de Abril de 1965. En unas declaraciones atribuidas al general José de Jesús Morillo López aparecidas en AREITO de HOY correspondiente a su edición del sábado 24 de abril del mes en curso, en relación con esas festividades, el alto militar se pregunta: ¿Qué alegría puede producir una guerra donde hubo tantos muertos innecesarios? ¿Qué se logró en favor de la República? Al igual que otros, el general Morillo López duda de la eficiencia aleccionadora de unas acciones que culminaron con una intervención militar norteamericana y en las que resultaron muertos miles de ciudadanos dominicanos. Sin embargo, esa verdad tremenda, realísima de nosotros, los militares constitucionalistas, de haber fracasado en el empeño de devolverle al pueblo dominicano los valores que se les habían arrebatados, no amengua el sacrificio, por el contrario, lo realza y lo convierte en lección perenne. Estimado general y amigo, el heroísmo de un pueblo por defender sus derechos es independiente del triunfo o del fracaso, su efecto moral sobrevive por igual a la victoria o a la derrota.

 

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