Abrir las puertas

Abrir las puertas

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En la década de 1970 me alarmó cómo vivían los puertorriqueños prisioneros en sus propias casas, enrejadas con hierro. En 1976 agregábamos un piso a nuestra casa de la Félix Mariano Lluberes y Juan Bosch sugirió que colocáramos verjas de hierro a un ventanal de cristal situado a la altura del segundo piso. Años atrás, la mayoría de la casas permanecía con las puertas abiertas y el peligro de que alguien se 0introdujera a robar era quizá del uno por mil.

¿Es que hay tal bonanza económica que los dominicanos nos hemos autoencarcelado con rejas, sistemas de alarmas electrónicos, puertas corredizas con motores y otros modos de protección?

Casi sin percatarnos de ello hemos permitido que nos arrinconen: el robo, el asalto, el atraco, en una palabra, el crimen parece que gana la partida a la gente decente, a la gente que trabaja.

Tal parece que hay un método que enseña a delinquir por escalafón.

Se comienza arrebatándoles cualquier objeto de valor a niños y mujeres; el segundo paso es arrebatar carteras, relojes y collares desde una motocicleta y en esa escalada ascendente se llega al asalto a bancos, al secuestro, al contrabando y distribución de drogas y al enfrentamiento a tiros con la autoridad.

¿Qué pasa?

Respondimos a los avances de los delincuentes de manera egoísta: colocamos rejas, organizamos empresas de guardianes y de trasporte de valores. Eso no basta. Tampoco es cosa de “inventar” que la autoridad uniformada salga a cazar “delincuentes” porque ello se presta a mayores barbaridades que las que cometen los fuera de la ley.

Hemos dado una respuesta personal y egoísta, como si pudiésemos vivir aislados de los demás.

Debemos recuperar el derecho de abrir las puertas de la seguridad para que penetre el aire fresco sin chocar con rejas y sin que haya que anunciarse y pedir permiso a un guardián hasta cuando se llega a casa de los padres, de los hermanos de los hijos, de los amigos.

Nos han robado una buena parte del derecho a la libertad de vivir sin temor.

Nos han robado una buena parte del disfrute de la seguridad que deben brindar y en parte lo hacen los gobiernos. No debemos permitir que nos dirijan la vida ni los delincuentes ni que tampoco se impongan los que mandan, con el ejercicio de la arbitrariedad en vez de la aplicación de la autoridad que emana de la Constitución y las leyes.

Cada vez que veo una reja pienso, con el grupo venezolano Los Guaraguaos, que “estamos prisioneros, carcelero, yo de estos torpes barrotes, tú del miedo”, con la desventaja de que, al mismo tiempo, somos nuestros carceleros porque tenemos miedo. Todo en una sola operación.

¿Y debe ser así? No.

Los Guaraguaos tienen otra canción que dice: “No, no,/ no basta rezar,/ hacen falta muchas cosas/ para conseguir la paz”.

Hay una lucha entre la libertad de vivir sin temor y enfrentar la delincuencia que nos encarcela tras rejas, guardianes y alarmas, con todo el peso de la ley. Nada más.

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