Absoluto ético y relatividad social

Absoluto ético y relatividad social

¿Quién es más pecador una madre o un padre adúltero? Nunca escuché que a nadie lo insultaran diciéndole: “Tu papá es un mujeriego”, aunque era sumamente ofensivo que  le gritaran a alguien que su padre es un cobarde o un marica. Llegué a ver muchas peleas entre muchachos porque le insultaban a su madre. En nuestras culturas, la madre ha sido símbolo de pureza y honestidad,  garantía de la reputación de la familia.

Siempre ha sido muy bueno que se diga: “su padre es un buen hombre”. Pero la madre es el eje de la estructura psíquica de nuestro pueblo, a menudo, excesivamente “mamista”, con apego enfermizo del hijo varón a la madre. Especialmente si es hijo único. Lo cual explica, en parte, la devoción de muchos dominicanos por “la Virgen”, que no necesariamente tiene que ver con la madre de Jesús; sino más bien de un ser mítico y personal que, al igual que mami, consiente todo y castiga nada (a diferencia de un Dios justo).

Así como los esclavos pseudo-conversos  veneraban a Changó y  a Yemayá en el retrato de Santa Barbara (declarada por eclesiásticos de dudosa existencia),  igualmente, cualquier tiguerazo, rico o pobre, venera una virgen concebida a imagen de mamita, con fines de manipulación o hechicería, en la imagen de La Altagracia, Las Mercedes, u otras versiones. Delante de Dios y de la ética cristiana, tan pecador es un adúltero que una adúltera; el pecado de la una, por su papel en la estructura psíquica de individuo y sociedad, formando uno de sus ejes fundamentales, alcanza un nivel de daños y de virulencia, mucho mayor que los pecados del padre. Al menos en el corto plazo, pues donde los padres son mujeriegos e irresponsables, los pueblos terminan siendo, no necesariamente “hijos de malamadres”, sino hijos del diablo.

Como decía Sor Juana, es más culpable el que paga por pecar, que produce la mala influencia, que el que peca por el pan, aunque materialmente sean el mismo pecado.  El que traiciona a uno no merece igual castigo que el que traiciona a todos. Y hasta el fratricidio se puede justificar en caso de guerra o de peligro de la comunidad. Yahvé nunca habría traído salvación al mundo si los judíos se hubieran mezclado con los pueblos paganos de los alrededores  (Deut. 13).

Ningún pueblo con un proyecto, ha vacilado en declarar muerte al tirano, al  invasor. Las religiones perdonan a los que adoran otros dioses. Fumar mariguana, absorber cocaína en Hollywood, no es tan gravoso como hacerlo en Capotillo. Para unos es diversión, para otros, desesperación. Ser homosexual en Ámsterdam o en Londres no es tan gravoso como serlo en Gualey o La Zurza.  Allá es supuesta libertad de elección, aquí, perversión y degradación. En ambos casos, perdición. Aquellos países  alcanzaron niveles de estabilidad (explotando patrimonios del tercer mundo), que les permiten tolerancias que aquí destruyen Estado y  sociedad. Como con el narco-lavado: Allá son elementos perturbadores; aquí destruyen todo orden posible.

Publicaciones Relacionadas