La intervención del Vaticano a la congregación laica peruana Sodalicio de Vida Cristiana y las denuncias de abuso sexual por religiosos en Chile preceden la llegada del papa Francisco a estos países, donde encontrará a una Iglesia mancillada por su permisividad con los sacerdotes pederastas.
La designación de un comisario apostólico en el Sodalicio busca acallar las recriminaciones que las víctimas hacen al Vaticano, al que cuestionan que siga protegiendo al fundador de esa congregación, el laico Luis Fernando Figari.
Pero «la medida puede reflejar un doble discurso del Vaticano», debido a que no expulsa a Figari, dice a la AFP el periodista de investigación peruano Pedro Salinas, coautor del libro «Mitad monjes, mitad soldados», que destapó el escándalo del Sodalicio en 2015. En Chile, el ambiente tampoco será un lecho de rosas para el pontífice argentino. Una ONG destacó esta semana que 80 religiosos están envueltos en casos de abusos sexuales en ese país, de mayoría católica como Perú. Francisco visitará Chile del 15 al 18 de enero, para luego seguir a Perú, donde estará hasta el 21 de enero. En ninguno de esos países tiene previsto recibir a las víctimas de abusos, una conducta que marcó sus visitas a México cuando se negó a reunirse con las víctimas del líder de la congregación Los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel (fallecido en 2008).
«¿Para qué pedir una audiencia con el papa? Las víctimas de Marcial Maciel se lo pidieron y la negó. También las víctimas de (el sacerdote chileno Fernando) Karadima. Sabemos de antemano que se negará», dice Salinas.
Los activistas prevén la publicación simultánea el viernes, en Santiago y en Lima, de una carta abierta suscrita por víctimas, abogados y laicos, con el fin de recordar al papa que tiene una deuda pendiente con las víctimas.
Al asumir el papado en marzo de 2013, Francisco anunció una política de tolerancia cero, instando a hacer públicos los casos. Un cambio respecto a su antecesor, Benedicto XVI (2005-2013), con quien la Iglesia empezó a dejar atrás el encubrimiento que caracterizó a Juan Pablo II (1978-2005).