Abusos y silencios

Abusos y silencios

Tahira Vargas García

Los derechos humanos son pilares fundamentales de la Constitución de la República Dominicana, no son de amplio conocimiento en nuestra sociedad ni una prioridad educativa.

Obviar los derechos humanos del conocimiento social en la República Dominicana no ha sido por olvido ni azar. Históricamente las estructuras de poder del país no priorizan el empoderamiento de la población como sujeto de derechos acompañado del respeto de los derechos de otros independientemente de su edad (niñez/adolescencia), género, condición de discapacidad, orientación sexual, origen afrodescendiente, nacionalidad y migrante haitiana.

La República Dominicana cuenta con una cotidianidad permeada por violaciones de derechos y violencia que se agudiza con la inseguridad ciudadana, corrupción e impunidad. No existen respuestas contundentes que enfrenten al Estado dominicano y sectores de poder respecto a las continuas violaciones de derecho.

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En nuestro país suceden cotidianamente situaciones de abuso infantil donde personas adultas le dan pelas públicas a niños y niñas siendo o no responsables de su cuidado. Esto ha ocurrido en varias ocasiones en distintos lugares de la ciudad de Santo Domingo con agentes de la Policía y con otras personas que persiguen y le pegan a niños en situación de calle. Las personas que transitan por el lugar no intervienen ni denuncian la situación, sino que prefieren el silencio por miedo a sufrir las consecuencias de la denuncia.

El abuso contra la niñez y adolescencia en situación de calle se legitima con la mirada de realidad ajena culpabilizante de las familias y no así a la desigualdad social y estructural. Esto mismo ocurre con las escenas cotidianas de la Dirección de Migración que golpea, maltrata, arrastra a personas haitianas hacia las camionetas.

Todo esto ocurre y se pasa en las redes sociales desde la dinámica del espectáculo no así desde el cuestionamiento a las raíces estructurales del abuso. Callarse frente a todos los abusos y manifestaciones de violencia puede convertirlos en “fenómenos normales” e “indiferentes”.

El silencio tiene grandes repercusiones sociales que todavía no se identifica con claridad, quienes nos dedicamos al análisis social nos percatamos. Una de estas repercusiones es el quiebre de la gobernabilidad y la cohesión social. La armonía social y la paz se sostienen de la cohesión social la cual no se logra en una sociedad donde se naturalice y normalicen las violaciones de derechos y se pierda la sensibilidad por el dolor y el sufrimiento humano. La indiferencia y la fascinación por el uso de la violencia contra otros seres humanos (independientemente de su edad, nacionalidad, color de la piel, orientación sexual, género) puede llegar a convertirse en una práctica cotidiana y con ello incrementar exponencialmente la inseguridad ciudadana.