Academia de Ciencias,
Laudatios e ingresos

Academia de Ciencias, <BR>Laudatios e ingresos

Este artículo es una enmienda pública, un pedir perdón a amigos fraternos, a ¨tíos¨ afectivos, a hombres probos y capaces, de los que están inscritos en eso de querer hacer un mejor mundo, que es lo mismo que hacerse a sí mismo. Intentarlo es querer ser.

Y querer ser es plantearse –aún sin pensarlo- la cuestión esencial del existir, y –desde una perspectiva- replantearse el problema de Hamlet: ¨ser o no ser es la cuestión¨ (to be or not to be), tal y como empieza el famoso monólogo de Shakespeare. Y esa, y no otra es la función de la ciencia: indagación del ser, búsqueda incansable que efectúa el hombre en procura de mejoría.

Este pedido de indulgencia por mi ausencia no podía ser en silencio, pues la Academia de Ciencias celebró en días pasados el formal ingreso de nuevos miembros y dos reconocimientos como Laudatios Académicos, acto presidido por nuestro presidente el licenciado Milcíades Mejía. Pero esa noche estaba en Sao Paulo, Brasil, representando al país en un congreso neurológico sobre el dolor. Como soy un simple mortal no tengo el sagrado don de la ubicuidad. Esa noche los destacados doctores Manuel Bergés Chupani y Tirso Mejía Ricart recibieron ese máximo galardón, el primero un ¨tío¨ afectivo, amigo fraterno de mi padre, quien es Laudatio por igual, y él nos enseñó a admirarlo por su conducta.

Estos señores reconocidos, que en el país son ¨instituciones¨,  hoy más que nunca cuando medio mundo se vuelca en la locura del dinero fácil, en la violación de las normas de vida ética, en distanciarse cada vez más de lo moral, otro medio mundo aplaude lo contrario. Pero al mismo tiempo ese público que aplaude lo incorrecto sabe lo que es orden y moral, y al par no puede desasirse de su propio arrastre emocional de perpetuarlo, y encomia el impulso arrollador de los putrefactos e inmorales, pero los critica.  ¿Por qué? Porque vive –vivimos- incurriendo de continuo en el principio de la contradicción, y así decimos muy livianamente, esos con ¨nobles ideales¨, sin reparar en que nobleza es darse –nobleza obliga-. Vivir con la dignidad y el decoro como lo hacen  los humanos honestos y decentes, cuesta mucha vergüenza y sacrificios a esos que predican con el ejemplo. Por eso fueron reconocidos.

En mi condición de directivo de la Academia, cuando nuestro pasado presidente. el doctor Nelson Moreno, sometió una terna para el gran premio, la aprobamos a unanimidad. Ya nuestro vicepresidente, el doctor Luis Scheker, reseñó en su columna la solemne noche, en la que los entrañables amigos ingresados: Víctor Castellanos, Franklin García, Sérvulo Natera, Celedonio Jiménez, César Cuello, Wilson Mejía, Pavel Isa Contreras, José Luis Ramón, Fernando Pellerano, Felicita Heredia, José Manuel Mateo, Adolfo López, José Guerrero, Darío Tejeda y Leonardo Díaz, fueron recibidos como nuevos miembros de la institución máxima de las ciencias del país.

Bien sabemos que en ciencias en nuestro país, el huerto está en las laderas no en el llano; está en lo trabajoso, donde todo hay que plantarlo con nuestras propias manos. Pero en fin: he ahí la faena recompensada, y a esos talentosos hombres y mujeres acogidos, todos muy meritorios, labradores incansables, en noche excelsa, ellos en  floración primaveral recogieron su enaltecedor fruto científico. Sean por tanto, todos bienvenidos.

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