Acalorados por la música

Acalorados por la música

Horacio

Sobre los medios auditivos de los humanos obran inducciones diversas. A nadie que escuchara, como quien no quiere la cosa, la novena o la quinta sinfonía de Beethoven, o las reposadas e inspiradoras canciones románticas de Armando Manzanero, se le ocurriría salir corriendo de donde está para ir a darle una paliza a su «amada», sin importar lo mucho o lo poco que la haya querido, por lo menos hasta ese momento de furia.

Ubres vacunas 1
Ubres Vacunas. Fuente externa

Está visto que en el mundo de los decibeles y del grado de armonía que los caractericen, las emisiones de instrumentos y voces cantoras terminan llegando a diferentes áreas del cerebro de quien las escucha.

En una Semana Santa alcancé a ver a un chico bailando alocadamente y sin pareja sobre la plataforma de una camioneta en

veloz marcha y repleta de muchachos con los pantalones a
medio fundillo y desbordadas cabelleras enmarañadas.

Me tomé el derecho a suponer que por sus audífonos llegaba a sus orejas un impacto directo a las neuronas que usualmente conducen a sus portadores a suicidarse o a llenarse de temeridad.

Normalmente también suelen ver pequeñitos y desarmados a los agentes
policiales aunque en la realidad midan seis pies y estén equipados de metralletas.

Presencié frente a una discoteca de buena fachada y céntrico lugar de postín que un buen
número de los bailadores salió al frente del edificio a irse a trompadas y botellazos con
instintos homicidas a mil por hora.

Me preguntaba qué diablos los había convertido en fieras hasta que, al acercarme al local, llegó mis oídos el tropel de zumbidos, crujidos y otras agresiones a tímpanos sensibles que allí preferían escuchar para divertirse.

Las preferencia por los estruendos, desafines y zumbidos guturales que hoy dominan, llevan a predecir que la tercera guerra mundial será más sangrienta que las anteriores y que los
norteamericanos perdieron el conflicto bélico de Vietnam porque todavía no estaban de moda los «exitosos» compositores e intérpretes de insólitos géneros de estos tiempos. Faltaba esa «arma secreta» que hace perder el miedo.


La otra realidad de una amiga de infancia, que por lo bien que se conservaba y su cauto
proceder de siempre, la suponía alimentada emocionalmente todavía, por las buenas
modulaciones, movidas o no, que antes nos invitaban al deleite.

¡Pero no! A ella le faltó una vacuna oportuna y previsora por lo que pronto haría sucumbir el buen gusto a nivel terráqueo. Que le repeliera orgánicamente las piezas que hoy sustituyen lo que verdaderamente se llama cantar y tocar.

Su envío a mí de un USB que compacta su adaptación a los nuevos aires musicales me dejó en shock. Y aun así la sigo queriendo pues tengo que andar perdonando descarríos de percusiones y rabietas interpretativas que se apoderan de la gente por todos
lados. Me es imposible cambiar el mundo

En la Dinamarca lechera y de lácteos en general de estos tiempos se recurre a la técnica de
llenar los establos de las mejores razas vacunas con bocinas que esparcen la eufonía que para
la humanidad han producido los genios de pianos y violines con nítidos pentagramas. El
increíble efecto es que las notas de alta calidad aumentan el rendimiento en litros extraídos
de las glándulas mamarias. Y sin embargo, muchas fanáticas de los ritmos contraproducentes
que hoy se prefieren, capaces de arrojar resultados contrarios, siguen muy bien equipadas
torácicamente. De lo más campante.

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