Accesos de sinceridad

Accesos de sinceridad

Sometidos a ciertas presiones excesivas hasta los metales más resistentes pueden quebrarse. Es lo que llaman “fatiga del metal”. También existen las expresiones: “fatiga de la carne”, y “fatiga del alma”. La primera se aplica al cansancio por el trabajo continuo y, algunas veces, al hartazgo de la sensualidad. En las sociedades hispanoamericanas ocurría a menudo que ciudadanos hartos de los gobiernos despóticos, decidieran “irse a la manigua”, alzarse contra el orden establecido. En Santo Domingo, en el siglo diez y nueve, era frecuente que grupos políticos optaran por “tirarse al monte”. Ese fue el caso de Fidel Castro, hace cincuenta años, con los guerrilleros barbudos de la Sierra Maestra.

En nuestra época, en vez de alzarse en armas, algunos ciudadanos sufren “accesos de sinceridad”, que expresan en las redes sociales de Internet o en artículos en los periódicos. También es frecuente que ciertas “almas fatigadas” acudan a los programas de televisión y “despotriquen” contra el gobierno o algún funcionario importante. Esta clase de “berrinches públicos” son, en nuestro país, cosas de todos los días. Por más feas y agresivas que parezcan algunas de estas convulsiones, resultan mejores que “sacar el machete y que corra la colorá”. Una crisis de tos para expectorar verdades es más útil que una balacera.

Los hombres “con experiencia de la vida”, en la mayor parte de los casos son “personas de edad”. El tiempo es el caldo en que se cultiva la experiencia. Sólo unos pocos jóvenes -desdichados las más de las veces- pueden adquirir experiencia antes de ser viejos. Los viejos con experiencia no son dados a “accesos de sinceridad”. Saben que la verdad es urticante; y si se trata de una verdad política, las consecuencias pueden ser devastadoras para el “berrinchoso”.

La experiencia es una ventaja para ciertas cosas y una rémora para otras. Los viejos no se atreven; y los jovencitos, se pasan de la raya. La prudencia y la diplomacia protegen al hombre de experiencia. El atrevimiento pone en aprietos a los jóvenes. Entre ambos mueven la rueda de la historia. Son dos fuerzas físicas: una centrífuga, que revuelve el entorno; otra centrípeta, que tiende a conservar el “statu quo”. Operan como raspón y ungüento.

 

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