Aceleración del merengue: De la evolución
al problema

<P>Aceleración del merengue: De la evolución <BR>al problema</P>

POR ALEXIS MÉNDEZ
Primera Parte
Desde hace tiempo, creo que desde que lo conozco, el maestro del saxofón Crispín Fernández me ha hablado de la aceleración del merengue. Es una palabra que siempre ha estado en su cabeza, quizás desde que empezó a tocar en los conjuntos típicos, a los 12 años. Recuerda Crispín que se primer conflicto en la música lo tuvo cuando se enfrentó a la velocidad del tema “La agarradera”, la cual no congeniaba con su falta de preparación.

Ese tema lo volvimos a tratar una de esas tardes memorables, en la que Crispín y yo nos olvidamos del mundo para hablar del tema que nos apasiona: La música. Con nosotros también estaba el percusionista Ángel Olivier y otros amigos.

Un comentario de Crispín nos metió más a fondo en el tema. Recordó que en una ocasión el maestro Luis Pérez, compositor de La agarradera le comentó, en tono irónico, que ese merengue, que tanto fue criticado por su rapidez, ahora se ha convertido en un bolero. Y es que si lo comparamos con  las interpretaciones de las llamadas “agrupaciones de mambo”, la agarradera apenas “gatea”.

Pero hay más ejemplos que dan fe de la presencia de esa aceleración a la que Crispín se refiere con tanta insistencia y a cada momento. El genio criollo Tavito Vásquez también le habló a Crispín del papel que había jugado en la aceleración del merengue típico. Eran los años 50 cuando Tavito y el conjunto “Alma Criolla” interpretaron merengues más rápidos, rompiendo con patrones que venían desde el apogeo del Trío Reynoso.

En lo que se refiere al merengue de finales del siglo XX, hicimos un recorrido en el que la aceleración fue protagonista en cada uno de los grandes cambios del proceso evolutivo.

Comenzamos con la agrupación de Antonio Morel. Cabe mencionar que esta no era del agrado de Rafael Leonidas Trujillo, ya que, contrario a las demás orquestas, no se acomodaba a los gustos del dictador; pero si al de sus hijos. Trujillo no soportaba el momento en que los músicos de Morel “marcaban tres”, por lo rápido que tocaban. Pero tenía que soportarlos porque sus hijos se sentían cómodos bailando esos merengues. Esa situación dio con la ruptura de una línea interpretativa que se mantuvo por más de dos décadas.

Con el nacimiento de la sociedad Post-Trujillo, soplaron nuevos aires. Ahí llegó en, 1962, “La agarradera” del “Combo Caribe” de Luis Pérez, interpretada por un joven que años después iniciaría la gran revolución, inyectándoles nuevos ingredientes y acelerándolo más. Este es Juan de Dios Ventura, Johnny.   

En los 70 llegó Wilfrido Vargas, quien lo hizo más rápido aún, y a quien le faltó poco para que los críticos crucificaran. Wilfrido llegó con arreglos progresivos que insertaron al merengue en el color mostrado por la música de ese decenio.

La rabia de Johnny y Wilfrido encontró vacuna en los 80, cuando la figura del arreglista se situó en primer plano y hubo una proliferación de las adaptaciones de baladas al merengue. Este merengue romántico obligó a una reducción en la velocidad. No obstante, temas como “El motor” de Aramis Camilo, una pieza más acelerada que todos los merengues de Johnny y Wilfrido, se registra como uno de los grandes éxitos de esa época, y uno de los más recordados.

Después del auge de Fernando Villalona, Alex Bueno y el Equipo de Dionis Fernández, entre otros, y la bendición que representó la llegada de Juan Luis Guerra y 4-40, los 80 cerraron con la aparición de La Coco Band. Esta orquesta llegó con un patrón de arreglos distinto, y una temática refranera urbana, más acorde con los tiempos. Con La Coco Band, la aceleración retoma su importancia y  aumentó su nivel, además de que se ha mantenido hasta nuestros días, a pesar de que otras corrientes del merengue no han hecho uso de ella.  (Continuará).

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