Acerca de cambios, posibles e imposibles

Acerca de cambios, posibles e imposibles

La República Dominicana ha cambiado mucho es sus realidades esenciales, a consecuencia de una acumulación de eventos y actitudes. Estamos inmersos en procesos de cambios bastante acelerados y lo que hay que lograr es que los cambios continúen –más rápido, si es posible– pero entendiéndose que no puede ser por saltos.

Los romanos, miles de años después de haberse establecido las civilizaciones del Nilo, del río Indo o del río Amarillo, acuñaron el axioma: “Natura in operationibus suis non fecit saltus”. O sea que la naturaleza en sus operaciones no hace saltos.

Tengo entendido que Trujillo dijo alguna vez que los dominicanos no somos suizos y no podemos ser tratados como si fuéramos ciudadanos de ese país europeo, cuyo territorio es más pequeño que el nuestro (cuarentaiun mil y pico de kilómetros cuadrados, Suiza, y más de cuarentaiocho mil, nosotros).

Pero olvidamos que Suiza no se hizo en un día ni en un siglo, que nuestro clima y nuestra ascendencia racial es muy diferente y que en los días en que Don Cristóforo Colombo, a fines del siglo quince, aparecía por aquí, los suizos se independizaban del Sacro Imperio Romano. Pero todavía, antes de eso, en 1489, el caudillo suizo Waldmann, un personaje despótico, temido y odiado, un tirano cruel, fue ultimado en una rebelión de los campesinos, instigados por la aristocracia inconforme. Aquí hubo algo parecido en 1961. Con diferentes consecuencias.

Nos llevan muchos años de procesos, de sufrimientos, de esfuerzos y de un decantamiento de las conveniencias nacionales. Tuvieron sus guerras civiles y luego descubrieron que era mejor exportar la violencia… que los excelentes soldados suizos actuaran como mercenarios; que combatieran, pero fuera de su país. Ahí tenemos, en el Vaticano, la Guardia Suiza como un colorido recuerdo del pasado.

Ojalá que nosotros pudiéramos exportar la gente que no nos conviene, para que hagan sus fechorías en otros países.

Pero no los van a querer.

Entonces nos resta movernos hacia un clima interno más ordenado, más sensato, más lógico. Sé que es muy difícil por los muchos “intereses creados” a través de años y años de manipulaciones dolosas, pero los gobiernos deben recordar (¿Lo habrán sabido alguna vez?) que el Estado no es productor sino administrador.

Las monumentales sumas que manejan no son suyas. Son del pueblo que trabaja y paga impuestos, lógicos e ilógicos.

Me consta que aquí, como en otros países, la mayoría de los contribuyentes se sienten conformes cuando ven que el dinero que les arranca el gobierno es bien invertido.

El despilfarro es algo que tenemos que ir cambiando, paso a paso.

Pero sin tardanza y sin detenciones.

 

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