Acerca de democracia y educación sensata

Acerca de democracia y educación sensata

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
No se trata de un maligno y aislado fenómeno nacional, regional o tercermundista. Quienes hemos estado interesados en la historia de la humanidad desde los primeros tiempos registrados -no sin pasión y parcialidad- por cronistas del Antiguo Testamento o por algún Heródoto, Tito Livio o Flavio Josefo, estamos enterados de las pestilencias políticas.

Sucede, sin embargo, que alentábamos la sensación de que en los países de larga trayectoria cultural y supuestamente consecuentes con la justicia y la equidad, digamos Inglaterra, Francia u otros países del norte europeo… digamos también los Estados Unidos de Norteamérica (¿por qué vamos a dejarles todo el continente?) alentábamos la sensación -repito- de que en los países «avanzados» los políticos eran más decentes que los nuestros. De repente se ha destapado una olla de insectos venenosos y asqueantes, bastante parecida a la que nos agobia, que si no la califico de «caja de Pandora» es porque Pandora, primera mujer según la mitología griega, fue meramente víctima de la curiosidad. Contrajo matrimonio con Epimeteo, en cuya casa había una caja que él le había prohibido abrir pero ella, no pudiendo resistir la curiosidad, la abrió y de la misma salió la hueste de males que afligen a la humanidad. Logró cerrar la caja cuando sólo quedaba en ella la Esperanza.

Parece que Pandora no logró cerrar completamente la terrible caja, porque la Esperanza se ha ido evaporando y la deshonestidad de los políticos ya se manifiesta a pleno sol por todo el orbe aunque con variadas intensidades y  características.

Uno se pregunta, ¿qué nivel de ingresos colosales garantiza la sensatez de las formidables inversiones que despliegan los candidatos a posiciones políticas?

¿Se trata de un irrefrenable propósito de servir a su país, corrigiendo males ancestrales, promoviendo valientemente la justicia social y la inversión en las prioridades nacionales que reducen en una elevación del nivel de vida de los desposeídos, de los miseriosos, los enfermos, los incapacitados?

No.

Se trata de incorporarse al más lucrativo de los negocios: la política.

Sólo requiere habilidad para mentir, sufrir unos meses abrazando a los infelices hacinados en la miseria, besando niños paupérrimos, viejecitas destruidas por las carencias múltiples, gente que se esfueza en absorber un airecillo de aquella Esperanza que Pandora logró dejar en la caja prohibida.

La democracia parece ser la menos mala de las instituciones políticas, y puede que lo sea, pero dentro de ciertas condiciones: primeramente educación, y cierto nivel de vida que permita pensar y tomar decisiones.

De arrancada debemos establecer que las escuelas no enseñan a pensar, sino a obligar a recordar transitoriamente datos y fórmulas que cada día se tornan más inútiles por la vertiginosidad con que se mueve la tecnología. La ciencia luce abrumada por nuevas informaciones y descubrimientos, mientras el cerebro y el corazón continúan encerrados en sus incógnitas.

Habría que modificar la ruta de la enseñanza. Llevarla al terreno de la lógica y la moral, sin expectativas espectaculares, simplemente ofreciendo herramientas válidas para el mejor ejercicio de una buena conducta humana. Así podemos tener la tranquilidad de que estamos ofreciendo los mejores medios e instrumentos para que los humanos logren lo mejor de sí.

No siempre será bueno y noble.

La capacidad pensante también puede ser -lo es y lo ha sido- peligrosa y malvada, pero si se expande fuera de un estrecho círculo de ilustrados malignos, y sin alcanzar altitudes de Harvard, Yale y demás instituciones de altos estudios de reconocida valía, enseñan e instan al bien pensar y a la adecuada toma de decisiones que no sean de egoísta conveniencia…solamente…entonces estaremos proporcionando material para un mundo mejor.

Duele decirlo:

La democracia no fue concebida sino para aquellos con capacidad de discernir, de optar.

Las multitudes suelen ser borreguiles. Por comodidad. Pensar, dilucidar es un trabajo. Y el respetable psicólogo, sociólogo e investigador Ralph Linton ha señalado que la actitud humana más universal que ha encontrado es «la facilidad con que el humano se sienta desde que puede». Es decir, se acomoda con tal de no esforzarse.

Tenemos que educar a favor del esfuerzo.

Creo que la Secretaría de Educación, Ciencia y Tecnología, ha sido un acierto de la administración Fernández, pero requiere mejor base, menos lagunas, más categorización de los maestros que maneja la Secretaría de Educación.

«Maestro» fue un término respetable, aún cuando estos vivían muy modestamente.

Procede un cambio, si queremos democracia.

Y no una caricatura delincuencial.

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