Esquilo, el creador de la tragedia griega (525-456 a. C.) dejó escrito que la desmesura clama la desmesura. Podríamos poner esta idea con otras palabras, diciendo que el exceso clama, pide y exige exceso. Lo estamos viviendo aquí y prácticamente en todo el planeta. La ambición que acciona incontrolada y extendida como una plaga que las autoridades mundiales, jugando con mal entendidas libertades, no le ha colocado un muro de contención por conveniencias políticas que resultan altamente redituables. Otras veces por miedo, ese miedo de arriba que es terrible y que Franklin Delano Roosevelt -en tiempos muy difíciles- calificaba como lo único que había que temer. Y es que el miedo paraliza, entumece, impide e inmoviliza, y la concesividad resulta mucho menos conflictiva que el enfrentamiento directo y enérgico. Pero no voy a caer en la comodidad de aceptar y adoptar el consuelo de que se trata de mal de muchos Obviamente que es mal de muchos. Los escándalos financieros (el agudo Giovanni Papini llamaba al dinero, el excremento del diablo) los escándalos financieros -repito- que a cada momento revientan, nos dejan patidifusos con esas cifras alucinantes de miles de millones estafados al pueblo, que es siempre el que paga porque es el productor y hacedor de riquezas con su trabajo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que esos grandes fraudes han sido posibles por una complicidad con sectores de alto poder político-administrativo-militar. Así el narcotráfico y las diversas formas de comercio inhumano que padecemos.
Nos dice el reputado profesor de sociología Ely Chinoy en su obra La Sociedad, una introducción a la Sociología, obra primeramente impresa por Random House, New York, y profusamente reimpresa y traducida, que Sir Henry Maine distinguió entre una sociedad basada en Status y la que se fundaba en el Contrato. Ferdinand Toennies diferenció la Comunidad (Gemeinschaft) de la Sociedad (Gesellschaft). Así se expande el tema pero Chinoy dice que todas las categorías son útiles para el análisis pero que no están basadas ni en Status ni en Contratos. La cosa va más lejos. Yo pienso que se trata de la Condición Humana.
Se requiere de la adopción y puesta en vigencia real de las mejores decisiones legales a que ha llegado el ser humano. Hablo de obediencia a las leyes, resultado de relámpagos de nobles intenciones de sus redactores. Y es que las leyes suelen ser -salvo excepciones de momentos envenenados de la historia- defensoras de la buena justicia. No se requieren reformas, se requiere aplicación respetuosa y estricta de las leyes. Yo creo que todo está dicho, ponderado y establecido, simplemente porque el humano es el mismo de siempre, con las mismas fallas, debilidades, confusiones y maldad a cualquier nivel de daño y repercusión.
Aquí, en la República Dominicana, nos hace falta una imposición rígida de la obediencia a las leyes, el abandono de esa impunidad parcializada ejercida por los delincuentes de alto nivel, el alejamiento de privilegios irritantes, del Tú sí, pero el otro no por el momento.
Necesitamos adoptar disciplina general, desde el tope hasta el fondo.
Y abandonar rígidamente la desmesura.