Acerca de hablar y de actuar

Acerca de hablar y de actuar

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Fue don Bernardo Pichardo, distinguido político, autor, entre otras obras, de una cartilla de Lecciones de Instrucción Moral y Cívica (1920) que es materia que nos urge reintroducir entre las que se imparten en las escuelas, quien solía decir: «Todo se arregla, pero hay que hablar». Evidentemente, la realidad nacional de estos inicios de un nuevo gobierno demanda que los participantes en el Diálogo Nacional se reúnan, como ha propuesto Monseñor Núñez Collado, en procura de llegar a acuerdos que permitan afrontar la escalada de violencia que abate al país.

Cierto es que no puede dejarse sólo al Gobierno la responsabilidad de diagnosticar y proveer decisiones (no «medidas», que las dejo para los sastres y modistas) que produzcan un descenso de la violencia pública, la cual ha ido creciendo sospechosamente desde el cambio de gobierno. Hay que estudiar la situación partiendo de un principio detectivesco: ¿A quién beneficia esta inseguridad pública? No beneficia al gobierno. No beneficia al pueblo. No beneficia a las instituciones militares. No beneficia a los policías dignos y eficientes. No beneficia a los comerciantes, industriales e inversionistas. ¿Qué queda? Pues cierta gente que de un modo un otro perdió el poder y no se resigna. Creo sinceramente que se trata de un pequeño, aunque poderoso grupo violento y desesperado, que no es capaz de adaptarse a su nueva situación. Que es muy difícil.

Ahora bien. Era y es necesario sacudir el árbol de los empleados o asalariados gubernamentales, tanto civiles como militares, pero ha de recordarse aquella afirmación del rey Luis Catorce de Francia, quien decía, «Cada vez que asigno un puesto vacante, genero cien descontentos y un ingrato». Tal vez lo del ingrato sea una exageración, resultante de ese fatalismo francés que produjo frases como «La vida es dura, el pan amargo y los hijos fáciles de hacer» (La vie est dur, le pain amer, les enfants trés facile a faire), pero en lo de los cien descontentos no anda errado. Sólo hay que imaginar el monumental descontento que ha producido la oleada de despidos y nombramientos producidos por el Presidente Fernández. En razón de unos y otros, -despidos y acogidas- los disgustos saltan por doquier, sin que importe el partido a que pertenezcan.

Encima, lo militar. Tradicionalmente un generalato equivalía a una consagración eclesiástica. Los pecadillos», es decir, las «pequeñas faltas» de los militares con quepis rameados, nunca se ventilaban a pleno sol. Había una frase militar -que según me referían mis viejas amistades- decía Ludovino Fernández: «La guardia es una familia muy larga». Y existía una protección intramilitar que avalaba tal advertencia, por demás, peligrosa. No se trata de un caso meramente dominicano. Las habas se cuece en cualquier parte. Pero cabe tener en cuenta que el resentimiento de militares acostumbrados al uso gratísimo para ellos de la autoridad, de la prepotencia, de los privilegios y la impunidad, es resentimiento peligroso. Hay muchas excepciones, porque en las Fuerzas Armadas y la Policía también hay y ha habido profesionales honestos, capacitados para limpias funciones y poseedores de actuaciones correctas, pero ¿y los otros? ¿Los resentidos?

Las versiones dispersas y coincidentes, señalan que un común denominador en las acciones violentas que nos ocupan, está en la actitud, la acción y el vocabulario militar o policial de los impetrantes.

¿Qué se puede lograr con este Diálogo Nacional que propone Monseñor Núñez, que sobrepase reuniones cargadas de consideraciones morales, éticas y convenientes para la salud de la Nación, que luego no se queden dormidas en la hamaca de la inacción y de las palabras «que son aire y van al aire» como afirmaba el entristecido Gustavo Adolfo Becquer en una de sus Odas?

Salgan sugerencias factibles para que el Gobierno las lleve a cabo, las haga sólidas, les saque el aire en que flotan y les otorgue consistencia, vida percibible, realidad tocable.

Repito que no recuerdo, en nuestra historia, otro gobierno al cual le haya tocado lidiar con tal cúmulo de problemas espinosos, teniendo el propósito de enfrentarlos y corregirlos lo más posible, ya que el mundo actual es un aldea global, gústenos o no. Esto, no obstante lo que piensa y expresa Samuel P. Huntington, uno de los principales intelectuales en materia de política exterior de Estados Unidos, asesor del Presidente Carter y Director del Instituto Olin de Estudios Estratégicos en la Universidad de Harvard, quien nos habla de un actual y vigente proceso de «re-asianización» en Japón, de un fervor por la «induización» de la India y de la «re-islamización» que se va nutriendo en el Medio Oriente.

Creo que, a pesar del pataleo, habrá que terminar por respetar las características de los pueblos, resultado de una trayectoria histórica de remoto origen.

Tenemos que adecuarnos a nuestras verdades buenas. Que son muchas. No a las malas.

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