Acerca de la «reforma» fiscal

Acerca de la «reforma» fiscal

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Mentira. No se reforma nada. Se sigue en la injusticia de abrumar de impuestos a los que menos tienen y a quienes, de tanto carecer, no tienen nada, ni siquiera las esperanzas que con admirable tenacidad mantenían en próximos cambios hacia una justicia social.No. Los ricos se convirtieron en millonarios, y los millonarios en multimillonarios que realizan sus cálculos de beneficios en dólares o euros.

Se regocijó el pueblo en el logro gubernamental de una estabilidad cambiaria a niveles considerablemente inferiores a los que regían en el pasado gobierno. Pero, como reza el sabio proverbio «las alegrías duran poco en casa del pobre».

Bajó el dólar en relación a nuestra moneda, pero no bajaron los precios, ni siquiera por pudor, de los artículos de primera necesidad. Los argumentos para eliminar un descenso de precios, acorde con el nuevo tipo de cambio, han sido variados. Toda la existencia que tenían y tienen fue adquirida –dicen– cuando la moneda norteamericana estaba carísima y, supuestamente, cuando agotaran inventario, las reposiciones reflejarían la nueva realidad monetaria.

¿Pasó así?

No.

Tal es el descreimiento poblacional en posibles correcciones en el gasto oficial, en eventuales castigos a los ladrones de Estado, a los que, desde sus posiciones elevadas realizan negocios delictivos, que en la reciente encuesta Gallup-Hoy, la corrupción no recibe el primer lugar, ni mucho menos, en la atención pública.

¿Por qué?

Porque aunque se entiende que la criminalidad –la inseguridad ciudadana– puede ser notablemente aminorada, así como otros aspectos, resulta inútil quejarse de la impunidad de los ladrones de saco, corbata, trajes comprados en dólares o exclusivas chacabanas de lino que requieren alto costo de mantenimiento en lavanderías especializadas, porque sólo pueden usarse una vez para que luzcan bien.

No se trata sólo de personajes de antes.

También de los de ahora.

Y no queremos, los buenos dominicanos, que sea a un presidente tan valioso como Leonel Fernández, a quien le estalle en la mano la acumulación de males que han ido haciendo montañas desde que el amoral Generalísimo cayó justamente abatido a balazos en la ruta a San Cristóbal y, en lugar de alcanzar nuestro pueblo regímenes de corrección y justicia social, lo que sucedió fue la democratización de los abusos ciudadanos de la extensa dictadura, que entonces estaban controlados por la mano férrea y cruel del «Jefe». Que lo era.

Alburquerque, el del Senado y la política del PRD, pronunció una frase emblemática, digna del mármol o el bronce, cuando dijo: «Entren tó».

Estamos en una situación de «Entren tó», los ricos, los poderosos, los que abejonean alrededor de las orejas del Presidente de la República.

Todo parece muy difícil de corregir.

Lo es. Pero sobre todo es peligroso. Decía el bardo de Stratford-on-Avon que «la bala de oro lo derriba todo» (tower, castle and town).

Pero quien se mete en la trágica función de Presidente, ha de enfrentar esa «bala de oro» Shakesperiana.

Que en número de empresarios o políticos insensatos, ahitos de oro, lo cual induce a una voracidad inextinguible, propongan mayores cargas para los pobres que crecen día a día, no me sorprende ni extraña.

Me alienta que un grupo empresarial como León Jimenes objete la «reforma» –dirán que en defensa de intereses– y que Orlando Jorge Mera, del PRD, asuma el proyecto «con reservas».

Se habla de «consensos», y les tengo terror, porque los consensos se compran… y se pagan caro. Con dinero de quienes no tenemos que ver con el turbio asunto, porque esos recursos nos los arrancan de las manos, a menudo escuálidas, tristes y desesperanzadas.

Se requiere una reforma fiscal integral, en la cual todo, todos, paguen de acuerdo a lo que tienen o reciben.

El Presidente Fernández declara que contrariamente a lo que siempre se ha pensado, no son los más pobres, sino los más ricos quienes no pagan el consumo eléctrico. Debió incluir al Gobierno.

Lo he escrito varias veces: a Fernández le ha tocado un mandato especialmente difícil… si quiere hacerlo bien.

Si no enfrenta tiburones y pirañas, al precio que sea, está perdido. Habrá de pasar como un inepto más.

Por otros motivos.

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