Esquilo, el célebre poeta trágico griego (525-456 a. C.) de cuyas casi setecientas tragedias se conservan solo siete, una de ellas “Los siete contra Tebas”, pone aquí en labios de un mensajero que “el primer mal es tener que anunciar males”.
Le asalta a uno la duda de que el humano haya progresado. La crueldad, el abuso contra el débil se extiende conjuntamente con la indiferencia, hasta el punto de que la sensibilidad humana se pierde en un marasmo infernal.
El caso del crimen cometido en la escuela básica Profesora Nurys Cueto en Villa San Carlos, La Romana, contra la pequeña Mary Elizabeth Morla, de apenas doce años, realizado por sus compañeras de curso, nos deja perplejos. No es que mantuviéramos las poéticas concepciones de una inocencia infantil, ya que son muchos los casos similares en el mundo, pero entiendo que existe una diferencia entre la violencia súbita de un desquiciado que mata al rompérsele el frágil control de su mente enferma, y la frialdad cruel de quienes persisten en torturar sistemáticamente a una criatura, aprovechando su debilidad, sus carencias y su infortunio.
La malignidad está ganando terreno, impulsada –a mi ver– por la excitación que promueven los medios electrónicos, las series televisivas y el cine. Digamos que quienes se acostumbran a los sabores fuertes, a las sensaciones trepidantes, pierden la capacidad de apreciar o sentir la belleza y bondad de lo sutil.
El famoso psicoanalista, filósofo social e investigador conductual Erich Fromm, afirma en su obra “Anatomía de la destructividad humana”, (“The Anatomy of Human Destructiveness”) que “La diferencia entre pueblos y culturas radica solamente en la forma que toman los estímulos para la excitación. Accidentes, asesinatos, incendios, guerras, sexo, son fuentes de excitación, como pueden serlo el amor y el trabajo creativo: el drama griego fue ciertamente tan excitante para los espectadores, como lo fueron los sadísticos espectáculos presentados en el Coliseo Romano, pero excitantes en forma diferente. Aunque la diferencia es muy importante, no se le ha prestado la necesaria atención”.
Me temo que en nuestro país, la buena y sana condición humana ha ido perdiendo terreno para darle paso a la excitación del crimen, a la urgencia por grandes logros materiales que alcanzan tal descontrol que delincuentes, tras despojar a su víctima de un celular, una cartera… cualquier cosa… han disparado o apuñalado a la persona, aunque no haya hecho resistencia.
Esa violencia enloquecida nos costó recientemente la pérdida del valioso exrector de la UASD, Aquino Febrillet. Un crimen incomprensible.
Algo hay que hacer al respecto.
Sin hablar de “últimas consecuencias”, “caiga quien caiga” y otras frases huecas.