Acerca de lo moral, Hostos y los silencios

Acerca de lo moral, Hostos y los silencios

Comenzaré con un breve relato que ha sido verdadero más de una vez: Una joven mujer, de rodillas en el confesionario, menciona todas sus culpas. Habla de las orgías en las cuales participó, señala su gran lascivia, su envidia venenosa para las mujeres más jóvenes, atractivas y ricas, su propensión a odiar por cualquier nimiedad…Finalmente, inquieta, le pregunta al sacerdote si no está escandalizado.

No –responde él- todo eso he deseado yo hacerlo…aunque no lo he hecho.                      

Eso es comprensión de las debilidades humanas.

Somos, los humanos, extremadamente frágiles.

El reverenciable Eugenio María de Hostos escribió en su Moral Social que “todo proceder de la razón, de menos a más, es proceder de menos conciencia a más conciencia, y en vez de hacerse más consciente a medida que se hace más racional, el hombre de nuestra civilización se hace más malo cuanto más conoce el mal, o se hace menos bueno cuanto más conoce el bien, o se hace más indiferente al bien cuanto mejor sabe que el destino final de los seres de razón consciente es practicar el bien para armonizar los medios con los fines de su vida.”

“Debajo de cada epidermis social late una barbarie” –sentencia Hostos.

Triste. Sí. Pero no falso, ni pesimista, ni envenenado de descreimientos. Quienes, a la ligera, hablan de Hostos como un ateo, yerran monumentalmente. Ya  satisfaría enormemente a nuestro Jesús, el Cristo, que sus “seguidores confesos”, atendieran los valores primarios que Él enseñó y actuaran conforme a  sus enseñanzas.

El mundo está viviendo un derrumbe de la escasa moral que prevaleció, por pudor,  durante siglos. Y uno se asombra de que probados delincuentes, desfalcadores, ladrones dueños de un descaro aperplejante, violadores sexuales de adolescentes de ambos sexos, seres despreciables por sus hechos y su trayectoria, se presenten y se acepten como candidatos a ser miembros de los cuerpos legislativos, o a representar su comunidad como síndicos, alcaldes, regidores, o lo que sea.  Lo triste es que los acepten.

¿Tan hondo hemos caído en la desesperanza y el descreimiento de eventuales honradeces y buenas intenciones?

Me niego a acrecentar la presencia publicitaria de algunos “personajes malditos”, mencionando su nombre. Que debería ser borrado de los medios de comunicación como un justo castigo, porque al político lo que le importa es que lo mencionen

A propósito recuerdo una anécdota: José Dolores Alfonseca (Chuchú), importante personaje político de la época en que Horacio Vásquez era “la Virgen de Altagracia con chiva” (pequeña barba frontal) era insistentemente atacado mediante caricaturas por mi padre Bienvenido Gimbernard. En cierto momento, mi padre decidió no mencionarlo más. Chuchú Alfonseca fue a visitar a papá y le  dijo: “Bienvenido, atácame, dí lo que quieras pero mencióname, que el silencio es la muerte de un político.

Por eso no menciono a estos bandidos que hoy abiertamente ejercen su estafa. 

Publicaciones Relacionadas