Acerca de los ciclos

Acerca de los ciclos

Nada es casual en el universo. Todo está ordenado hasta un punto en que nuestros sistemas de mensura, continuamente mejorados, aún no alcanzan a detectar la magnitud de sus logros.

La observación de la naturaleza ha enseñado mucho a quienes la estudian con atención, y una de las características que muestra es el perfecto ritmo que la gobierna. Sin mencionar los asombrosos mecanismos de que dispone el humano –obra maestra de la creación– pensemos en un árbol, en una simple hoja.

Buscando un común denominador en la creación, encontramos el ritmo, el ciclo a que todo obedece, pues todo esfuerzo de la naturaleza es cíclico. Existen ciclos de las más variadas y opuestas longitudes: el del nacimiento de una hormiga, de una flor, de una mariposa, de un humano, de los distintos animales. El ciclo de formación del corcho, del petróleo, del ámbar. El ciclo del agua, que exhalada de la tierra se acumula en nubes, desde donde retorna convertida en fresca lluvia para entonces formar los caudales marinos y luego de ser mar volver a ser nube y recomenzar.

Distintos todos, pero siempre un ciclo, una cantidad de tiempo al cual cada proceso está firmemente encadenado.

Así, toda la vida humana está atrapada en ciclos y es importante que comprendamos mejor su inviolable realidad, teniendo en cuenta que una cosa es ocuparse en mejorar, trabajando persistentemente a favor de ello, y otra muy distinta –y hasta dañina y frustratoria– es intentar forzar los resultados.
En cierta época económicamente muy difícil para mí, teniendo que proveer lo necesario para mi madre, mi padre ciego y tres hijos pequeños, intenté ingresar en una orquesta sinfónica norteamericana de segunda categoría, considerando más fácil mi contratación. Envié grabaciones. Las respuestas no me convenían: la temporada de trabajo en Florida era corto y debía viajar tres veces por semana a impartir lecciones de violín a una universidad mediocre y no cercana.

Mientras más presionaba por contratos, peores llegaban.
En casas de compra y venta ya me había despojado de mi cámara fotográfica, de la ampliadora que papá había construido con un poderoso lente de avión en desuso, facilitado por un pariente, de mi reloj, regalo del padre Robles Toledano.

No había nada que vender o empeñar.

Caminando abrumado, me lamenté de que yo no valía nada de valor vendible o empeñable.

Una afectuosa familia nos acogió y suplió de todas las necesidades familiares. ¿Les habré agradecido lo suficiente?

Pero una mañana me llegó una carta de la Sinfónica de Dallas, ofreciéndome la posición de Asistente Concertino, bien pagada. Sólo tenía que realizar, en Dallas, una audición “en vivo”. Ellos pagaban los gastos.

Allí fui. Mi situación era conocida por ellos y pusieron en mis manos un costoso violín que consideraban adecuado para mi alta posición que yo rehusé, al enterarme de que sustituía a uno de los viejos fundadores de la Sinfónica, que ya, por edad, no rendía como antes.

Tal vez como agradecimiento, los viejos músicos de Dallas me recomendaron en Cincinnati y Cleveland, donde fui aceptado como miembro importante de los Primeros Violines. Acepté Cincinnati porque realizaba un extenso e irrepetible tour dando la vuelta al mundo por unos seis meses.

¿Ciclos?

Publicaciones Relacionadas