No es que nuestros militares sean un problema. Es que el poder civil -sin que cuente cambio de nombre de jefes y sistemas-, los ha convertido en problema.
A menudo, leyendo historia, me tropiezo con las contundentes similitudes entre lo que aún sucede aquí y lo que ha sucedido en España hasta hace relativamente poco tiempo.
El ilustre maestro de las letras Azorín cuyo verdadero nombre era José Martínez Ruiz- escribió y publicó en 1930 en La Prensa de Buenos Aires un artículo titulado Política Española, en el cual afirma que La hipertrofia militaresca en España se ha debido, casi exclusivamente, a la intervención que por fuerza ha tenido el Ejército en la vida nacional y hace un recuento de guerras, sublevaciones, asonadas, pronunciamientos y rebeldías desde 1808 en adelante.
En 1867 el famoso propagandista español del socialismo Fernando Garrido y Tortosa denunciaba alarmado: 538 generales para mandar 286,091 hombres! Salen a más de un general para cada 530 soldados
No es que estemos faltos de generales por aquí, los hay a montones inexplicables.
Gracias a Dios la hipertrofia militar dominicana está libre de sublevaciones y peligrosidades. Pero sin embargo con las instituciones armadas, especialmente con el Ejército, tenemos un problema complejo al cual el siempre interesante Coctelero de este diario ofrece el martes 5 del corriente mes una propuesta que consideramos magnífica y merecedora de especialísima y cuidadosa atención para protección y defensa de la salud de la Nación dominicana, esta república por cuya realidad pagaron con incontables sufrimientos, denodados esfuerzos y ríos de sangre tantos héroes mujeres, hombres y criaturas que no ofendían a nadie ni intentaron jamás apropiarse de territorio ajeno.
Estamos obligados a ser consecuentes con lo que nos fue legado a tan alto precio humano.
Sugiere el Coctelero:
¿Sería factible devolver a la zona fronteriza con Haití a los soldados nativos de dicha zona y dedicarlos a la agropecuaria en un programa dirigido por el Estado? ( ) Se les mejoraría considerablemente el salario de miseria que hoy perciben. Como se sobreentiende que esos soldados viajarían con su familia, el Estado les garantizaría un techo decente, escuela para sus hijos, policlínicas y centros culturales para estimular el espíritu Los militares recibirían parcelas que explotarían bajo asesoramiento de organismos gubernamentales, que les facilitarían semillas, abonos, etc. ( ) percibirían cuando menos el cincuenta por ciento de la venta de las cosechas o de los animales negociados.
Creo, como el Coctelero, que es posible que tal plan sea el primer paso a la repoblación dominicana de la frontera.
Voy más lejos.
Considero que se trata de una solución sabia, prudente y, en todo sentido, benéfica.
Se trata de la dominicanización humanitaria, civilizada, positiva y constructiva de lo que es dominicano.
Nada menos.
Añado mis súplicas porque se atienda firmemente el asunto.