A menudo nos quieren presentar como modernas, buena parte de las conductas actuales de la gente… de por aquí y de por allá… de cercanías y de lejanías.
¿Modernas?
¿Y “moderno” no lo fue todo en su tiempo, cuando una idea cobraba fuerza y se eficientizaba?
El profesor Charles Frankel, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) ha dicho que Prometeo, el titán griego que robó del cielo el fuego para uso de los mortales, fue el primer modernista, al intentar igualar a los hombres con los dioses. (Frankel: “En defensa del hombre moderno”).
Prometeo lo pagó caro, ya que Zeus lo encadenó a una roca a la cual acudía diariamente un águila a devorarle el hígado que se regeneraba cada noche, hasta que Hércules lo liberó.
En el fondo nos queda algo. Quisiéramos ser dioses para arreglar las cosas a nuestro parecer. A veces nos acercamos al “gran poderío”… y cometemos unos disparates monumentales, por lo cual no sé si agradecerle a Prometeo su regalo requeridor de certidumbres que no están a nuestro alcance.
Lo que llamamos “libre albedrío” es algo que demanda capacidades cognoscitivas que no poseemos. Vivimos jugando con fichas ciegas, con naipes que carecen de marcas indicadoras para nosotros.
No tenemos el fuego sagrado que Prometeo quiso darnos. Tenemos la angustia de la incertidumbre.
A la ligera, parecería que las –más o menos– recientes investigaciones y procesos contra altos ejecutivos estatales, comerciales, empresariales (¿vendrá siendo lo mismo?) que surgen en el mundo actual, representan un cambio de visión, de intención y de propósito mejorativo.
Pero… uno repasa la historia del planeta y resulta que las nuevas actitudes, la solidez airada de las protestas, la aparentemente recién descubierta dignidad y honestidad, esa cacareada “transparencia” que lo trae a uno mártir en estos tiempos, son cosas viejas… maquinaciones del “quítate tú para ponerme yo”.
¿En qué se diferencia el tiempo actual de otros tiempos pasados?
En la gigantesca transformación que han ¿sufrido? los medios de comunicación masivos.
¿Que han ayudado a la difusión de ideas nobles? ¿Que gracias a los aspectos positivos, valientes y honrados de su trabajo hacen mucho bien?
Cierto. Pero solo cuando no están vendidos a los grandes intereses y no se han intoxicado de unos afanes de lujo que se alimenta de promociones mientras la banca publicita el derecho que todos tenemos a lo mejor de lo mejor y ofrece “facilidades” de préstamos para disfrutar vacaciones principescas al estilo multimillonario, aunque para pagar capital e intereses haya que hacer… lo que sea.
Estamos promoviendo el hedonismo, el descaro, la impudicia, la mentira, la ficción amoral, la indecencia.
Tal vez en eso estemos siendo modernos como nunca.
Gracias a la tecnología mal usada.
El mal uso, ese que, desembocado en horribles armas de muerte, hizo que Einstein se doliera de un descubrimiento que ha llevado más al terror que al beneficio humano.
Si esa es la modernidad… ¡Viva lo antiguo!