Acerca de moral y corrupción

Acerca de moral y corrupción

No me confundo o anublo creyendo que los males que padecemos no tienen precedentes ni equivalentes en el mundo que nos ha dado con llamar civilizado.

Este jueves 4 de diciembre, la sección 11B de este diario nos trae la noticia, transmitida desde Berlín por la Agencia EFE, de que Venezuela y Paraguay encabezan la lista de países más corruptos de Latinoamérica, según la clasificación global de la ONG Transparencia Internacional.

La República Dominicana quedó en el lugar 115 del mundo junto a Guatemala.

Uruguay y Chile fueron clasificados como los menos corruptos, señalados en el lugar número 21.

Ciertamente, en Chile y Uruguay existe en la administración pública una cultura de integridad, aunque no estén exentos de problemas, según declaraciones del presidente de Transparencia Internacional, el abogado peruano José Ugaz.

La corrupción es vieja y mundial. El gran poder es mercancía a la venta. Siempre lo fue.

Creo que la virtud, la honradez y la bondad sacrificada sobreviven por encima de la ley de gravedad, y que todo lo que asciende es más trabajoso que lo que desciende. Lo innoble suele ser más fácil que lo noble; lo honrado, mucho más difícil que lo deshonesto.

Es que vivimos inmediateces retributivas, somos usureros del “bien” que decimos hacer… y que en verdad no es mayormente sino negocio.

Tratamos de negociar hasta con la fe, con la “religiosidad”. Me provoca una sonrisa triste cuando me entero de que alguien pide a la Virgen –en cualquiera de sus nombres regionales: Altagracia, Inmaculada, del Carmen, de Covadonga u otros muchos– que si le concede tal o cual cosa, “pagará” con una peregrinación, con una serie de misas, con un número de regalos a los pobres o con un testimonio labrado en plata, como he visto en muchas iglesias del ancho mundo que he tenido oportunidad de ver.

Es decir, si se intenta negociar hasta con lo divino, qué no será con lo humano… por lo cual no es sorprendente que los potentados de los gobiernos se empeñen en sacarle los mayores provechos personales a las inversiones del Estado.

Por supuesto, cuando no existen controles efectivos, se desboca la ambición y el robo al erario alcanza millones y millones.

Debido a la eficacia de los controles, vemos en los reportes que Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia y Noruega presentan bajísimos niveles de corrupción, mientras Somalia y Corea del Norte –entre otros países– presentan niveles escandalosos.

En Latinoamérica las cosas no andan bien. Dice el presidente de Transparencia Internacional, José Ugaz, en sus declaraciones a EFE, que el ranking apenas se ha movido en la región latinoamericana, algo “lamentable, porque demuestra que los gobiernos han hecho poco por afrontar este problema con entereza”.

Resulta que, como decía Giovanni Papini: “El dinero es el excremento del diablo”.

 

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