Acerca de pobreza e indigencia

Acerca de pobreza e indigencia

De repente, una sensación me cae encima como un siniestro torrente de agua ácida y corrosiva: se trata de la miseria extrema.

Releyendo al azar “Crimen y castigo”, al inicio del segundo capítulo me tropecé con el encuentro de Raskolnikoff con un mugroso funcionario público en una taberna. Dostoievski puso en labios del ebrio funcionario que “la pobreza no es un vicio, seguramente, de la misma manera que la embriaguez no es una virtud. Pero la indigencia, señor, la indigencia es un vicio de los peores. En la pobreza conserva uno el orgullo nativo de sus sentimientos; en la indigencia no se conserva nada, ni siquiera se le echa a uno a palos de la sociedad humana, sino a escobazos, que es más humillante”.

No es que dude de que en el país se haya logrado disminuir la indigencia, pero me duele la proporción que aún tenemos y la insensibilidad, la indiferencia, no solo de los gobiernos, sino de la población pudiente, ante el panorama de miseria extrema que es una realidad visible.

Porque además de un mayor esfuerzo gubernamental, hace falta un esfuerzo comunitario mayor del que realiza cierto número de empresas privadas, que no se limita a pagar correctamente los impuestos, sin evasiones ni trucos abusivos (empresas que no constituyen mayoría), sino que ponen en práctica programas que benefician a jóvenes con limitada preparación, pero capaces de realizar labores sencillas, de modo que puedan ayudar –aunque mínimamente– a su familia. Es la diferencia entre no tener nada y tener un poco.

Nuestro país ha ido entrando, cada vez más, en un circuito de violencia, un “círculo diabólico”. No es que piense que con menos miseria se erradica la violencia.

No se erradica, pero se disminuye. El hambre es mala consejera. Fermenta como indignación y odio que se expande indireccionadamente rompiendo trabas y límites con una creciente ferocidad indetenible.

¿Qué hacer?

La hercúlea labor corresponde al Gobierno.

Tenemos el drama de la Policía Nacional entre los primeros problemas.

¿Imagina usted lo que es un hombre armado de revólver o pistola y con autoridad oficial para actuar como lo estime procedente? ¿Ese hombre que no ha podido dejar algo de dinero en su casa, que no es tal, sino un doliente espacio de carencias, porque su sueldo no alcanza ni siquiera para cubrir los elementales gastos de alimentación… sin hablar de todo lo demás, qué no hará?

Sonará feo, pero en verdad son indigentes.

Hay anuncios de cambios. Se habla de una Nueva Policía. Pero ¿Qué se va a hacer con los viejos, con los de la Vieja Policía? No será tirarlos a la calle…

Joaquín Balaguer dijo –por lo visto más de una vez– que este no era un país pobre, sino un país rico, mal administrado.

Con la permanencia tan larga en el poder y su rígido control diario de las finanzas, que empleó conforme a su criterio político, unas veces acertado, otras no (mencionaré el problema eléctrico) creo que pudo haber hecho más a favor de la elevación de los estratos más bajos y carenciados, así como por la dignificación del universo gubernamental.

Como todo es movimiento y nada es estático, la brecha entre las clases sociales ya es un abismo.
No insalvable, pero difícil.

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