Acerca de poesía y belleza

Acerca de poesía y belleza

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Escribió una vez Virgilio que las actuales durezas de la vida, tal vez sean algún día de grata recordación. No hay duda de que en un futuro recordaremos con agradable y pálida nostalgia ciertos acontecimientos, determinadas situaciones que fueron mortificantes en el momento en que ocurrieron. Evaporada la inquietud del tiempo presente, quedada atrás aquella sucesión de horas de impaciencia y nerviosidad surgirá, como mágico espectáculo, la belleza que también contuvieron.

Cuando las urgencias creadas por la pobreza, la necesidad de pagar la renta de la casa o de pedir un nuevo crédito a quien aún no le hemos pagado el anterior, pierden la esencia de su carácter, cuando la urgencia fallece, nacerá a la observación la comicidad del rostro grave del casero o la mueca resignada y perdonavidas de nuestro acreedor.

Pasado el momento difícil, puede que recordemos con una sensación de lágrima interior la belleza de cierto plato humilde y escaso con el cual la familia resolvió la alimentación un día. Quizá esa misma sensación nos inunde al rememorar unas navidades pobres. Un Día de Reyes con juguetes de centavos para los niños o el pequeño y modesto regalo que, haciendo acopio de todo nuestro esfuerzo, hicimos a nuestra madre un día de su cumpleaños.

Dios ha envuelto a la pobreza de poesía.

Parece que al sentirse el pobre tan impotente, siente más la potencia del Creador. Estando más limitado el campo de las cosas que, de por sí, puede realizar, delega más cosas a Dios.

Y sus cosas están llenas de poesía.

Y las cosas de Dios, son las cosas del espíritu.

La única posible conexión entre el hombre y su creador es a través de la espiritualidad.

El peligro de la riqueza, de la profesión de bienes materiales, estriba en que las posesiones «poseen» al poseedor, y además el hombre acaudalado pierde muy a menudo la perspectiva de la limitación de sus posibilidades.

Insensiblemente va creciendo en recónditos puntos de su interior la errónea convicción de que el dinero lo puede todo. La dureza transaccional va extendiéndose a toda el área del universo personal del hombre, convirtiendo la tierra en un mercado, más allá del cual no se piensa.

La riqueza no es poética porque el hombre la aleja de Dios.

Los pobres, de un modo u otro, están más cerca de las cosas del espíritu y esto les permite ver más poesía.

Tal vez no la sepan definir o reconocer, pero la viven.

La humildad tiene olor a incienso.

Debemos buscar la poesía de la vida en cada momento, conforme a su naturaleza.

Nuestros instintos nos impulsan a procurar comodidad para el cuerpo. La poderosa corriente de los hombres nos arrastra a luchar por rodearnos de belleza material de hechura humana.

Ocupémonos también de procurarnos belleza espiritual de hechura divina.

No esperemos a que el tiempo transcurrido sea el factor activante de nuestra sensibilidad.

Veamos la belleza de lo que hoy ocurre. Alguna tiene.

¿Por qué nos vamos a condenar a apreciar sólo la poesía de las cosas perdidas?     

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