Acerca de razones,  causas y posibilidades

Acerca de razones,  causas y posibilidades

 Debido a temores ante eventuales dudas que me dolerían, he callado que mis artículos sabatinos se deben a una honrosa petición de mi inolvidable amigo don Pedro Troncoso Sánchez, quien sugirió mediante carta que mis artículos fueran publicados los sábados,  para poder leerlos dos veces y pensarlos. Realmente, cuando Manuel Rueda me invitó a escribir semanalmente “La tertulia del sábado” en el inolvidable y tal vez irrepetible suplemento del “Hoy”, Rueda no conocía la preferencia de don Pedro. Tampoco la conocían las autoridades del periódico “Hoy” que gentilmente me conceden este espacio.

   Es que artículos de pensamiento o sentimiento, no basta con leerlos una vez, y de prisa. Hay que digerirlos si se quiere sacar provecho de las verdades de un ser humano que, si no sabio y brillante, entrega honestamente sus  inquietudes y verdades personales, que pueden estar o no estar bien fundamentadas o manejadas.

    En cierta ocasión me atreví a rebatir las ideas del muy respetado científico B. F. Skinner, maestro de la Psicología Conductista; él  acababa de publicar su obra “Beyond Freedom and Dignity”, un sacudidor libro que me facilitó don Rafael Herrera, para colaborar con una serie de artículos que yo publicaba en el “Listín”. Tiempo después, el sabio psicólogo   reconoció abiertamente los errores de sus conclusiones, errores tal vez lamentables, porque sería formidable que pudiésemos encontrar la técnica capaz de darle buena forma a la conducta humana. No obstante, tal posibilidad encierra grandes peligros, porque se pueden “formar” asesinos y seres insensibles y corruptos sin escrúpulos. Y eso se ha hecho y se hace para “fabricar” asesinos  y torturadores en agencias estatales de diversos países, mediante sofisticadas técnicas de condicionamiento.  Lo que no se ha podido lograr es “fabricar”, “educar” personajes malignos para hacerlos buenos, positivos, decentes y conmiserativos.

   He de reconocer que leer a Allen Wheelis en  “How People Change” (Harper & Row, 1973), donde afirma que “Ser el producto de condicionamiento y ser libre de cambiar, no hacen la guerra lo uno con lo otro”, había servido para fortalecer mis criterios. La  admirable honradez científica de Skinner puso las cosas en justo sitio.

   Creo, con Wheelis, firmemente, que es posible cambiar y que nunca es tarde para ello, lo cual no sirve de excusa para cubrir con indulgencias el pasado malo.

 Pero lo hecho, hecho está. La rectificación –dependiendo del caso– no implica necesariamente el merecimiento de una indulgencia, aunque sí el reconocimiento de un cambio positivo: de un movimiento hacia ser un humano mejor.

   Recuerdo aquellos versos de Petrarca  en que hablaba “di quei sospiri ond’io nudriva il core/ in sul mio primo giovenile errore, /quand’era in parte un altr’uom da quel ch’io sono”, refiriéndose a aquellos suspiros en que nutría el corazón en sus juveniles errores, cuando en parte era otro hombre del que es ahora.

    Insisto en que todo se mueve. Somos mejores o peores,  nunca invariables, nunca los mismos, y no estamos encerrados en la cárcel tenebrosa de unas limitaciones, a menos que, cargados de apatías y desganos flojos, nos rindamos ante conductas erradas, malignas y venenosas.

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