Acerca de vida, muerte y posibilidades de cambios

Acerca de vida, muerte y posibilidades de cambios

La belleza de las Odas de Horacio, con las cuales me familiaricé gracias a las magníficas ediciones con textos originales patrocinadas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y las difundidas por la editorial inglesa Penguin Books de Middlesex, realizadas por Frederick Brittain, me volcaban sobre la culpa de “Aquel horrendo ser que primero inventó la espada”, según el  poeta latino.

En verdad, no tiene ni tuvo razón al calificar de horrendo a aquel primer ser que ideó un instrumento capaz de facilitar la muerte. Recientemente he  visto en un film televisado que un “héroe” pudo matar a un enemigo clavándole una zanahoria en un ojo. Cada vez más se facilita y masifica la muerte. La muerte  violenta. Se enseña cómo matar clavándole al enemigo un bolígrafo o hasta un lápiz de punta afilada en uno de esos puntos corporales trágicamente vulnerables.

Estamos cultivando la muerte hasta el punto de que las más exitosas series de televisión a nivel mundial, se dedican a encontrar novedosas y fáciles formas de matar y ocultar el crimen. Por supuesto, siempre aparecen súper-expertos con  equipos de alta tecnología que, tras empeñarse, noche y día, en utilizar sus sofisticados procedimientos investigativos que escasamente aparecen en el mundo, descubren un pelo, un rastro de hierba, de flor, de perfume, una minúscula porción de chicle masticado o de cigarrillo usado que ofrece el ADN, y permiten la determinación de la persona. En las fílmicas atrapan así a los asesinos, pero la lección es otra: para descubrir a un asesino se requiere de una tecnología costosísima, montada en una elevada formación científica de los investigadores.

¿Se está disuadiendo el crimen? ¿Se le está facilitando su acción? ¿Abriéndole opciones? ¿Dándole nuevas ideas? 

Me temo que sí, en aras del negocio de la aceptación de la violencia.

Ortega y Gasset nos advertía en “El tema de nuestro tiempo”, que estamos hablando de un nuevo sesgo de la cultura.  “Se trata de consagrar la vida, que hasta ahora era (y es, JGP)  un hecho nulo y como un azar del cosmos, haciendo de ella un principio y un derecho. Parecerá sorprendente que apenas se repare en ello. Se ha vivido para la religión, para la ciencia, para la moral, para la economía, hasta para servir el fantasma del arte o del placer; lo único que no se ha intentado es vivir deliberadamente para la vida.”

Yo me temo…más bien creo…que hemos trastocado los valores con la velocidad con que nos abruma la tecnología. Y es que siempre hubo quejas acerca de la conducta de las gentes del momento. Los viejos latinos exclamaban adoloridos: “O témpora, o mores” (Oh tiempos, oh conductas), pero… ¿hemos ido descendiendo desde aquellos siglos remotos?  No lo creo. Ya en el Antiguo Testamento encontramos conductas horribles, hasta el punto de que se prohibía su lectura a los católicos romanos.

Yo creo en el movimiento, en la posibilidad de cambio.

No creo que estamos tan prisioneros de un destino prefijado como nos resulta cómodo creer… o pretender creer.

Todavía nos quedan riendas para corregir el galopar por rutas erradas.

De enseñanzas de muerte.

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