Acertados nombres comerciales

Acertados nombres comerciales

Era yo un joven de unos veinte y tantos años aquella tarde en la que ingería ron criollo acompañado de varios amigos.

Cuando hicimos el clásico serrucho, comprobamos que no alcanzaría para pagar lo consumido.

Entonces uno de los tercios dijo que iba a llevar su reloj de pulsera a una compraventa, con la finalidad de conseguir el dinero que faltaba para evitar la vergüenza de aquel tranque.

Junto con la sensación de alivio que nos produjo su llegada, reímos con gusto al enterarnos que el negocio donde empeñó el reloj llevaba el nombre de El indulto.

 Un nombre adecuado en aquella situación, porque evitó que el grupo cayera preso bajo la acusación de fullería.

Un amigo cibaeño me relató que en su pueblo había un polígono cuyo nombre era Tiro Seguro.

Hace un par de semanas, y debido a un grave problema de filtraciones que afecta al apartamento donde resido, busqué en la guía telefónica los nombres de las empresas que se encargan de corregir ese fallo.

Cuando estaba concentrado en esa labor recibí la visita de mi viejo amigo del barrio San Miguel, el ingeniero Hugo Morales, quien me informó que una empresa que se dedicaba a esa actividad llevaba el nombre de Cero gotas.

Al escucharlo pensé que el propietario del negocio había acertado con la combinación de las dos palabras, pues de inmediato visualicé en mi imaginación al techo del apartamento más seco que un dulce de ojaldre.

Un pulpero de la barriada de Los Mina, de inusual corpulencia, bautizó el establecimiento con el nombre de El fiao lejano, quizás como forma de ahuyentar a los habituados a solicitar crédito.

El propietario de una fonda que no cerraba sus puertas tuvo la feliz ocurrencia de nombrarla como La resaca gozosa, porque muchos que regresaban de una parranda disminuían allí los efectos del jumo y de la amanecida con una mondongada, o un cocido de pata de vaca.

Una hermosa prostituta que ejercía el antiquísimo oficio, devino con el correr de los años en dueña de un prostíbulo, o sea, que ascendió de trotacalles a la categoría semiburguesa de maipiola.

Y no se le ocurrió un nombre mejor para el lenocinio que el de Movimiento contínuo.

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