Achicharrado con 11 por ciento

Achicharrado con 11 por ciento

La noticia se publicó en HOY del pasado domingo, y seguramente pasó desapercibida para muchos, aunque el espacio que se le confirió, la página y el título ya eran significativos: Encuesta dice gobierno de RD revela poco sus gastos a pueblo.

Se trataba de un informe sobre el estudio bianual de la Internacional Budget Partnership (IBP) que mide la transparencia de los gobiernos de 85 países de todos los continentes en el manejo de los presupuestos de gastos, dado a conocer en Washington al concluir el primer mes del año.

Según el estudio, el gobierno dominicano apenas recibe una calificación de 11 sobre 100, situado en el escalón 68, lo que significa que sólo otros 17 resultan peor evaluados en cuanto a la transparencia informativa sobre sus gastos. El 11 por ciento significa que en esa materia nuestro gobierno está achicharrado.

En relación a América Latina sólo Bolivia aparece en un escalón inferior, el 74. Honduras, Nicaragua, Venezuela, El Salvador y Ecuador aparecen mejor posicionados, mientras Brasil en el número 7 y Perú en el 11 tienen gobiernos modelo en información sobre sus gastos.

No es casualidad entonces que en ellos se sancione con más frecuencia y rigor todo abuso de la cosa pública y que el gabinete del gobierno peruano tuviera que ser recientemente reestructurado por la simple denuncia de que se había ofrecido un soborno a cambio de un contrato para exploración petrolera. 

Es grave es que el país siga apareciendo en los últimos lugares en cualquier evaluación internacional, sea de transparencia o corrupción, inversión en educación o salud, calidad de la enseñanza, distribución del ingreso,  trabajo infantil, trata de mujeres o simple cumplimiento de las leyes.

Lo peor es que ya nos hemos acostumbrado y nada nos sorprende. Es más ya ni los reporteros salen corriendo a buscar reacciones de los funcionarios, ni éstos se molestan en responder los informes. Somos así y así somos.

En esa como en otras materias, en vez de avanzar el país ha sufrido retroceso. Sólo hay que tener en cuenta que desde febrero del año pasado el gobierno dejó de publicar los detalles de sus erogaciones, poniendo fin a una práctica de por lo menos cuatro décadas. Tal vez para evadir denuncias como las que se dieron en el pasado reciente de que nunca fue reparada una carretera, aunque en el desglose presupuestario apareció un pago de  millones de pesos.  Se creía que al pasar la campaña reeleccionista que tan cara resultó, el gobierno volvería a publicar sus erogaciones. Al principio algunos economistas y periodistas lo reclamaron, pero el tiempo aquí todo lo cura o lo carcome y frente a eso no hay apelación posible.

Si se publicaran las erogaciones presupuestarias mensuales seguramente hubiese resultado mucho más difícil informar que la remodelación del Palacio de Bellas Artes costó 700 millones de pesos, casi la mitad de lo que pudo documentar el informe semanal de la colega Alicia Ortega. De ese “error de contabilidad” nadie se ha molestado en ofrecer la menor explicación.   Desde luego, si el presidente Leonel Fernández ofreciera rueda de prensa siquiera una vez al mes, como se estila en el mundo democrático, seguro que los reporteros le hubiesen ofrecido oportunidad para que explicara por qué un gobierno que se precia de electrónico, de la post modernidad, de la era de la información y el conocimiento retrocede en la transparencia y obtiene una nota de 11 por ciento en un examen internacional.

Son muchos los dominicanos que cada día se preguntan qué tendrá que ocurrir para que despertemos a la defensa del patrimonio público manejado con criterio de reparto privado. Tampoco faltan los que se preguntan por qué el poder transforma tanto a los gobernantes dominicanos. Por qué un político de la cultura y los criterios que sustenta Leonel Fernández permite que su gobierno resulte achicharrado en transparencia.

La explicación podría encontrarse en el modelo del éxito nacional en permanencia en el poder, Joaquín Balaguer, quien tuvo su acumulación originaria en el estercolero de la tiranía pero con ojos, nariz y oídos cerrados para supuestamente no enterarse de la podredumbre. Y así reinó casi hasta su muerte, en un ámbito donde,  según él mismo, la corrupción sólo se detenía a la puerta de su despacho ¡Caramba, pero Balaguer saltó a la política en el 1930, hace casi 80 años!

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