POR MARIEN A. CAPITÁN
LAS MATAS DE FARFÁN, San Juan de la Maguana.- La necesidad y la falta de espacio que tenían en la escuela básica de Marinuela llevó a los vecinos del lugar a hacer uso de la creatividad para improvisar una original “aula”: después levantar una estructura de horcones y techarla con planchas de zinc,  tomaron latas de aceite vacías para “construir” las paredes.

La estructura llama la atención a lo lejos. Blancas, con letras azules que comienzan a borrarse y dificultan la lectura de la marca del aceite, hacen que el visitante se pregunte qué puede haber allí: nadie supone que los más pequeños de la casa, los estudiantes de preescolar, se puedan pasar el día allí.

Aunque bien decorado para la ocasión, el lugar es tan asfixiante que cuesta trabajo mantenerse mucho tiempo allí: el latón, a pleno sol del día, calienta en extremo. Los pequeños, sin embargo, parecen estar acostumbrados: ninguno emite una queja. En lugar de ello, juegan a aprender o aprenden jugando. Viendo las láminas que decoran las maltrechas paredes y usando los recursos que tienen a la mano, apuestan por recorrer el camino que les llevará a conquistar su primera meta importante: poder leer.

Las otras dos aulas de este centro, en apariencia, no están en malas condiciones. Al verlas detenidamente, sin embargo, se descubre que las paredes están comenzando a agrietarse peligrosamente.

El problema otro problema es que, como las aulas son pequeñas y las butacas son insuficientes, los tres maestros que trabajan aquí tienen que ingeniárselas para poder trabajar tranquilamente con los 100 niños que convergen aquí diariamente.

Divididos en dos tandas, para poder ofrecer los servicios desde inicial hasta el cuarto grado, los estudiantes tampoco cuentan con servicios sanitarios decentes. Sobre ello se quejó la directora docente del plantel, Alberta Peña Lebrón, quien subrayó que la escuela tiene más de ocho años funcionando.

Resaltando que la escuela debe ampliarse y reubicarse geográficamente, para así poderle dar servicio a los estudiantes que no asisten a ella por la precariedad de sus condiciones, Peña manifestó que algunos menores corren el riesgo de caminar por trechos muy largos para asistir a una escuela que está mucho más alejada pero es más grande.

OTRO EN ELIAS PIÑA

Quien observa las tres aulas que están en el plantel principal de la Escuela Básica Angostura, en Elías Piña, piensa que se trata de una humilde y encantadora escuelita rural que enclavada en una loma.

Fijándose un poco más allá, sin embargo, impresiona ver en qué condiciones reciben clases los alumnos que han tenido que ser ubicados en dos “aulas” que están en una rancheta contigua: las planchas de zinc, rotas, significan un peligro para los menores que reciben docencia allí.

A la inseguridad se le suman el calor y la falta de condiciones sanitarias. Como suele suceder en estas zonas, la falta de agua potable le pone las cosas difíciles a los maestros y los 115 menores que vienen aquí cada día.

Señalando que antes tenían más estudiantes, el director de la escuela, Marino Lorenzo Sánchez apuntó que la matrícula ha ido disminuyendo paulatinamente porque la gente ha emigrado huyendo de la miseria.

Al referirse a la rancheta de zinc, el maestro subrayó que el espacio fue prestado por una asociación de agricultores. Aunque lo agradecen, Lorenzo manifestó que el patio de la escuela es amplio y que en él podrían construir algunas aulas que tengan las condiciones mínimas para dar clases.

Respecto a las tandas, Lorenzo explicó que los estudiantes se dividen y que por la mañana asisten los alumnos de segundo, quinto, sexto, séptimo y octavo. En la tarde, los de primero, tercero y cuarto.

Buscando la forma de que sus hijos tengan dónde aprender, los moradores de la Marinuela y de Angostura han improvisado las “aulas” en las que ellos reciben docencia. Así, al menos, no tiene que estar bajo el inclemente sol durante horas. Algo es algo, dicen mientras sueñan con ofrecerles una escuela de verdad.