Acostumbra burlar muerte

Acostumbra burlar muerte

LA HABANA.- (AP) _ Cuando tenía 10 años, Fidel Castro casi muere de apendicitis. A dos semanas de cumplir 80, yace nuevamente en un lecho de enfermo, reponiéndose de una operación intestinal. En el ínterin, sobrevivió a intentos de asesinato e incontables peligros. Y el mundo se pregunta ahora si su suerte cambiará.

Castro, quien cedió el lunes la presidencia de Cuba temporalmente a su hermano Raúl, ha tenido numerosas experiencias casi fatales.

En abril de 1948 se sumó a manifestaciones que se tornaron violentas en Bogotá en un episodio recordado como «El Bogotazo’’. Hubo caos y enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes, y Castro, por entonces de 21 años, terminó refugiándose en la embajada de Cuba.

En sus años de universidad, cuando inició sus actividades contra el dictador Fulgencio Batista, acostumbraba a portar un arma. El 26 de julio de 1953 lanzó lo que muchos describieron como un ataque suicida contra el cuartel militar Moncada en la ciudad oriental de Santiago.

Si bien el ataque es el inicio simbólico de la revolución cubana, fue un fracaso total. Castro ordenó una retirada de sus fuerzas y quedó aislado, según el historiador Manuel Pevida.

«De repente se encontró solo en la calle, frente al cuartel’’, señaló Pevida, un funcionario del Partido Comunista. «Todos los integrantes de su grupo se habían ido. Pero los ocupantes del último auto se dieron cuenta de que no estaba y volvieron a buscarlo’’.

Numerosos camaradas murieron en el ataque o fueron capturados y torturados. Algunos desaparecieron.

Castro siempre pareció tener una enorme dosis de fortuna, que unos días más tarde tomó la forma de un teniente llamado Pedro Sarria.

Castro había huido a las colinas de los alrededores de Santiago tras el ataque fallido. Sarria, que integraba una unidad que buscaba a los participantes en la acción, lo encontró dormido en el piso de una casucha de campesinos.

Ambos habían sido compañeros de universidad y Sarria lo reconoció de inmediato. Cuando llegaron sus compañeros, quienes podrían haberlo matado en el acto, Sarria ocultó la identidad de Castro. Y luego, en lugar de llevarlo al cuartel Moncada, donde muchos compañeros de Castro eran torturados y asesinados, Sarria lo llevó a una comisaría en la que pronto fue reconocido por periodistas y fotógrafos, quienes constataron que estaba vivo.

«Sarria le salvó la vida’’, sostuvo Modesta Coya García, quien realiza visitas guiadas a la granja en la que Castro reunió a su gente antes del ataque al Moncada. «Después de la revolución, siguió en el ejército y fue considerado un héroe’’.

Castro nunca evitó los riesgos. Tras recuperar la libertad en una amnistía se fue a México y armó un ejército rebelde. Regresó a Cuba en un pequeño barco atestado de gente que casi se hunde durante una tormenta. El barco, llamado Granma, llegó al sitio equivocado y fue recibido a los tiros por el ejército cubano.

De los 82 rebeldes a bordo, solo 12 sobrevivieron al desembarco y a las primeras escaramuzas con las fuerzas de Batista en diciembre de 1956. En los combates posteriores en Sierra Maestra, Castro muchas veces estuvo a punto de ser capturado.

Ya en el poder, su suerte continuó y sobrevivió a varios intentos de asesinato orquestados por la CIA. También estuvo en el frente de combate durante la invasión de Bahía de los Cochinos, en la que fallecieron 150 soldados de la revolución.

Las fuerzas revolucionarias, no obstante, rechazaron la invasión.

Los complots para asesinar a Castro fueron a menudo originales, pero ninguno tuvo éxito. Se sabe de por lo menos una treintena de intentos, incluido el envenenamiento de sus cigarros y el reclutamiento de una antigua amante de Castro alemana.

El plan que estuvo más cerca de dar resultado se produjo en la cafetería del Hotel Habana Libre, que Castro frecuentaba y en el que pedía batidos de leche, según Tad Szulc, autor de la biografía de Castro «Fidel, un retrato crítico’’.

Szulc dice que el ex ministro del interior Ramiro Valdés le reveló en 1985 que la CIA contrató a un joven empleado con acceso a Castro para que le colocase una píldora en su batido. El individuo conservó la pastilla en un refrigerador.

«La cápsula estaba congelada y se rompió. El joven no pudo colocarle en el batido. Aparentemente estaba muy nervioso’’, señaló Valdés, según Szulc.

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