Acreedores de García Márquez

Acreedores de García Márquez

“El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El  maestro Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se enteró, por  teléfono, de que estaban vaciando las criptas funerarias del antiguo convento de Santa Clara, y me ordenó sin ilusiones:

“Date una vuelta por allá a ver qué se te ocurre”.

 Esta es, si no la única, una de las escasas referencias de García García Márquez en su obra literaria a un personaje cuya influencia apenas se han dedicado a estudiar algunos investigadores. Con ese recuerdo García Márquez inicia el prólogo de su novela Del amor y otros demonios, publicada en 1994, y rinde tributo al periodista Clemente Manuel Zabala (1898-1963).

 La relación del veinteañero García Márquez con el  maestro Zabala  empezó  en mayo de 1948, de la manera insólita en que se han presentado muchos de los acontecimientos trascendentales de su vida. Después del Bogotazo, período de protestas que trastornó a Colombia a raíz del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, el 8 de abril de 1948, el joven García Márquez se traslada a Cartagena para continuar los estudios de Derecho. Un día pasa por  las oficinas del periódico El Universal y le dice a un hombre que ve escribiendo: Yo quiero trabajar aquí.

Conforme lo contó el propio García Márquez a la periodista Conchita Penilla, en entrevista reproducida en el documental La Escritura Embrujada, el importunado preguntó “¿tú qué haces?”. –Yo escribo…

Cuando García Márquez le dijo su nombre,  resultó que Zabala  había leído tres cuentos que El Espectador de Bogotá  le había publicado con nota laudatoria de Eduardo Salamea.

 De inmediato el maestro Zabala le dijo a García Márquez: Siéntate ahí y escríbeme una nota. “Ese día era periodista ya”, dijo el Gabo sonriendo a Conchita Penilla.

 García Márquez permaneció en El Universal desde ese día hasta diciembre de 1949, y aunque recuerda que por el 1951 volvió a colaborar en el diario cartagenero para ganar dinero, la siembra ya había sido hecha.  Fueron casi dos años de contacto permanente con un maestro del periodismo, al que Héctor Rojas Herazo, también destacado periodista e íntimo del escritor colombiano, definió como “Hombre lámpara: ilumina en silencio”.

 Esa relación bienhechora para el Premio Nobel colombiano ha quedado sintetizada en una imagen: un lápiz rojo. Era ese el instrumento de trabajo inseparable con que  Zabala “tachaba despiadadamente y reescribía fragmentos enteros de las notas que habían de salir anónimas, cada vez que le parecía insuficiente la calidad estilística”. Con esta cita, tomada del libro García Márquez en Cartagena. Sus inicios literarios, de Jorge García Usta, dejamos por ahora cerrado el tema, en cuyo desarrollo nos hemos extendido más de lo que la paciencia de los lectores les permite soportar en estos tiempos pascueros.

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